Saturday, September 19, 2015

Cómo convirtieron a Hitler en una celebrity con ayuda del New York Times

Mucho se ha hablado del poder de la propaganda nazi y muy poco de su mayor logro: convertir a un hombre feo, rencoroso, homicida y bajito en un carismático seductor de masas
Adolf Hitler nos abre las puertas de su casa en los Alpes
Lo cuenta Despina Stratigakos, historiadora de la Universidad de Buffalo, en su reciente libro Hitler at Home, (Yale University Press), la devastadora historia de cómo convirtieron a un sociópata gafotas de pelo raro y ambiciones artísticas en el irresistible hombre de Estado que encadiló a la mitad de las bellas hermanas Mitford y a una generación de Miss Brodies, antes de desencadenar el capítulo más negro de nuestra historia moderna.

“Los años 30 marcan el principio de la cultura de las celebrities, cuando llega el cine sonoro, la radio y las revistas aspiracionales", explica la académica. Y el gabinete de propaganda nazi aprovechó la oportunidad para transformarlo en lo que no era, un hombre interesante y refinado con una gran categoría moral y gusto por la arquitectura. "Lo consiguieron enfatizando su vida privada, mostrándole como un hombre que juega con sus perros y al que le gustan los niños, haciendo cosas domésticas en entornos diseñados para evocar una sensación de calidez. A finales de los años 30, los medios de todo el mundo lo describían como un individuo delicado y cariñoso, con buen gusto para la decoración de interiores".

Adolf Hitler nos abre las puertas de su casa

“Después de leer aquellas historias -continúa Stratigakos- la gente empezó a pensar que conocía al 'verdadero' Hitler, el el hombre detrás de la máscara del Führer, y que puede que esta persona no fuera tan diabólica como las noticias que venían de Europa parecían sugerir".

El 20 de agosto de 1939, el New York Times le sacaba un fotogénico reportaje en su bonito chalé de madera en los Alpes Bávaros cerca de Berchtesgaden que se compró en 1927 con fondos del partido y al que llamaban Haus Wachenfeld. Hitler, su propio arquitecto, decía el titular. Las fotos le muestran disfrutando de momentos de intimidad, leyendo el periódico en una mesa adornada con flores, 12 días antes de invadir Polonia.

La casa, "adornada con armonía, según la mejor tradición alemana" y cargada con cortinas limpias y alfombras hechas a mano para "crear una atmósfera de callada alegría", había sido decorada por su diseñadora favorita, Gerdy Troost, que le fue fiel hasta el último minuto. Literalmente: pocas semanas antes de que Adolf Hitler bajara al búnker por última vez, Troost le propuso refrescar el Gran Hall de la cancillería con una capa de pintura para animar el ambiente, "un trabajo pequeño que sólo duraría un par de días".

El seguimiento del Times de las andanzas del nervioso austríaco empezó una década antes. En los años de auge y establecimiento del régimen nazi, el periódico publicó notas frecuentes sobre el líder nazi, incluyendo entrevistas a su peluquero ( "escribió al Führer sobre su mechón rebelde y se tomaron medidas"), comparaciones con Jesucristo (o simplemente "un enviado divino") y otras estampas como su asistencia al funeral de la hermana de Nietszche (cuyas obras completas le regaló a su amigo el Duce por su 60 cumpleaños) o sus declaraciones contra la violencia contra los judíos.

Hitler, el anfitrión encantador

No fueron los únicos ni tampoco los primeros. El número de noviembre de 1938 de la edición británica de Casa & Jardín coincidió con la Noche de los Cristales Rotos, cuando las SA quemaron un millar de sinagogas, destruyeron más de 7.000 negocios judíos y mataron a un centenar de personas, además de arrestar a otras 30.000 y mandarlas a Buchenwald, Dachau y Sachsenhausen. La revista, sin embargo, ofrecía un paseo por la casa Wachenfeld, firmado por un tal William George Fitzgerald, seudónimo de Ignatius Phayre. Esto es lo que dijo de su cómodo pero modesto retiro:


"Originalmente una cabaña de caza, “Haus Wachenfeld” ha crecido hasta convertirse en el atractivo chalé bávaro que está hoy, a 2.000 pies en el Obersalzburg, rodeado de bosques de pinos y árboles frutales.

El lugar tiene la mejor vista de toda Europa. Esto es decir mucho, ya lo sé. Pero en estos Alpes bávaros hay una clase especial de suave follaje, con cascadas de blanco nevado y cumbres cubiertas de bosque. El efecto de la luz y el aire en la casa se ve intensificado por el gorgeo y el trino de los canarios Harzer que hay en la mayoría de las habitaciones, colgando de jaulas doradas.

Y no vayan a pensar que sus invitados de fin de semana son todos, o la mayoría, altos cargos del Estado. A Hitler le agrada la compañía de brillantes extranjeros, especialmente pintores, cantantes y músicos. Como anfitrión, es un divertido contador de cuentos.

Un chef bávaro, Herr Dannenberg, prepara un impresionate despliegue de platos vegetarianos, salados y sabrosos, tan agradables a la vista como lo son al paladar, todo de acuerdo al estándar alimenticio que exige Hitler. Pero en la casa Wachenfeld hay también una generosa mesa para invitados de otros gustos. Aquí los bons viveurs como el mariscal de campo Goering y Joachim von Ribbentrop se reúnen para cenar."

Menos de un año más tarde, Alemania invadió Polonia. Inglaterra y Francia le declararon la guerra.

Source: El Diario
http://www.eldiario.es/cultura/historia/Hitler-asesor-imagen-genio_0_426257675.html

Wednesday, September 16, 2015

El catalanismo, del éxito al éxtasis. I. La génesis de un problema social

La propagación de la quimera
por Félix Ovejero Lucas

Martín Alonso
El catalanismo, del éxito al éxtasis. I. La génesis de un problema social
Barcelona, El viejo topo, 2015
286 pp.


No llevo las cuentas, ni tampoco sé por dónde buscarlas, pero, en mi condición de frecuentador de librerías, diría que la sección política en los últimos años ha estado casi monopolizada por libros dedicados al nacionalismo catalán. Preciso el sesgo de la muestra: mi observación se basa en las librerías de mi ciudad, Barcelona. En Gerona, seguro que aún más. Para sorpresa de los nacionalistas catalanes, convencidos de que no preocupa otra cosa que sus tribulaciones, en Madrid, por lo que tengo paseado, no sucede lo mismo. Más bien sucede al revés, que en España, sencillamente, «pasan», como si con ellos no fuera la cosa. Lo entiendo, aunque se equivocan y resulta grave.

Los libros que uno encuentra en las librerías barcelonesas, incluso en las más reputadas, son, por lo general, de calidad menesterosa y tonalidad monocromática, de bandería, para azuzar a los propios más que para desmontar los argumentos ajenos. Eso sí, el género es diverso. Como en botica, podemos encontrar de todo: historia, economía, política, filología, humor, infantiles, literatura. Y están escritos por los más dispares gremios: periodistas, humoristas, historiadores, políticos profesionales. Algunos hacen, incluso, de todo a la vez: periodistas, humoristas, historiadores, novelistas. Y, para lo que es común en estos quehaceres, aparecen por todas partes, en tertulias de radio por la mañana, programas de humor por la noche, en columnas de prensa local, en la dirección de memoriales interminables y, sobre todo, en televisión. Una pequeña industria que, en su mayor parte, se sostiene con dinero público. Salvo excepciones, contadísimas, son trabajos escritos a chorro abierto, ajenos a la literatura académica, al afán de precisión, sin notas al pie y despreocupados de documentar sus afirmaciones.

En ese panorama, el libro de Alonso resulta raro. Lo es porque su autor, aunque no vive en Cataluña, no «pasa» del problema ni opina a bulto; al contrario, dispone de un conocimiento –que ya quisieran para sí muchos cronistas barceloneses– de cada uno de los inquilinos de «el manicomio catalán», por decirlo con el título de un exitoso libro de Ramón de España. También es raro porque se trata de un libro musculado argumentalmente, incluso difícil a trechos, escrito con prosa elegante, atento a literatura académica, con documentación empírica, vocación teórica y un guión de largo aliento. Tan largo que, según nos anticipa el autor, necesitará de un par de volúmenes adicionales para completarse: uno dedicado a los procesos doctrinales (incluidos los académicos) y las cajas de resonancia mediáticas del quehacer nacionalista, y el otro al meollo de la doctrina, a ese victimismo esencialista del destino robado, de una fabulosa vida subjuntiva que el trato con España abortó y que se condensa en el lamento «con lo que nosotros podríamos haber sido si no se meten en nuestro camino». Como ven, el proyecto promete.

Otra rareza es el uso de las herramientas de la filosofía, incluidas las del análisis y hasta la de la gramática. En realidad, esta es una rareza rara, una metarareza, si me permiten. Porque lo inexplicable es la indiferencia de los filósofos serios hacia el nacionalismo. Para cualquier investigador con vocación de claridad y precisión, el nacionalismo es una bicoca y, en ese sentido, resulta un enigma el desinterés de nuestros filósofos políticos. El nacionalismo levanta su mitología en un lenguaje inflado, sostenido en entidades fantasmagóricas (identidades colectivas, lenguas propias) y atribuciones imposibles (voluntad de ser, dignidad, comodidad), y tramita sus argumentos en el negociado de las falacias y las circularidades. Es el ejemplo perfecto de performatividad: crea la realidad que expresa. Lo dejaron dicho los clásicos del asunto: el nacionalismo precede y se inventa la nación en nombre de la cual habla. Al servicio de ese proyecto construye una retórica saturada de trampantojos, en la que nada es lo que parece: sin avisar, las definiciones se mudan en afirmaciones empíricas, y las afirmaciones empíricas en juicios de valor. Sin ir más lejos, y con un ejemplo que, aunque no recoge como tal el libro, está en sintonía con su proceder, sucede con la idea imprescindible del nacionalismo y del secesionismo: la nación opera unas veces como una (mala) definición (la nación es un conjunto de individuos que creen que son una nación); otras, como una descripción (ese conjunto de individuos que están por ahí y que comparten ciertos rasgos culturales); y otras, como un concepto normativo, como unidad de soberanía: unos individuos dotados de un derecho –a decidir aparte– que exige negárselo a otros. El truco del trilero consiste en pasar la bolita de un significado o de un género a otro escamoteando las premisas intermedias, en particular, una fundamental: este conjunto de individuos, que creen que comparten algo, realmente comparten algo y, por ello, tienen derecho a decidir aparte.

Pero su mayor rareza, que también es una rareza rara, es que se trata de una crítica de izquierdas. Esta metarareza es genuinamente hispánica. Las simpatías hacia un nacionalismo secesionista rico –perfectamente equiparable al de la Liga Norte con la Padania– es una anomalía española necesitada de explicación: el nacionalismo es, constitutivamente, esencialista y reaccionario, con la mirada vuelta hacia atrás, hacia un momento original que habría que recrear. El ideal de ciudadanía, germen normativo de la izquierda, resulta incompatible con una mitología nacionalista que vincula la calidad moral de los ciudadanos –y sus derechos– con su grado de proximidad a una fabulada identidad colectiva. No es una broma, porque mientras la ciudadanía, como la igualdad, no admite grados, la identidad, sí. Así las cosas, habría ciudadanos más puros que otros: vamos, que no hay ciudadanos. Nos lo anticipa sin pudor Salvador Giner en una de las perlas recogidas por Alonso: «És molt possible que d’aquí dos o tres anys sigui un bon moment pels botiflers o pels que es volen acomodar i dir: sí, catalans, però no tant».

En todo caso, conviene advertir rápidamente que no estamos ante un ensayo de filosofía política al uso, anémico empíricamente, instalado en el mundo del espíritu y las definiciones, sin historia ni detalles. Las tesis que sostienen la argumentación se apuntalan con abundante información recogida, en muchos casos, de la prensa diaria. Hay control empírico en el documentado seguimiento del proceso soberanistas. Y también hay control empírico en la comparación, en el continuo uso de paisajes de contraste, como los Balcanes, el País Vasco y, en menor grado, Israel, un proceso de construcción nacional que siempre ha cautivado al nacionalismo catalán. Esas realidades operan como una suerte de grupos de control que ayudan a reconocer pautas y singularidades del proceso catalán, que son menos de las que podríamos pensar. Y es que, a diferencia de las familias, las historias tristes de las sociedades se parecen. Alonso, que conoce bien esos procesos, acude a ellos, entre otras cosas, para mostrarnos que tampoco en la locura andamos solos y que, aquí y allá, cuando la patología se extiende, acaba por infectar incluso a las mejores mentes.

Es ahí, en la reconstrucción de cómo se ha impuesto una ficción sin anclaje cabal en la realidad, donde Alonso afina su mirada. La extensión entre las gentes del desajuste, entre lo que es y lo que se cree que es, no puede entenderse sin unos mecanismos psicológicos y sociales que el nacionalismo ha manejado con enorme inteligencia. No resulta asombroso. El nacionalismo, por definición, es ingeniería de almas, por lo dicho más arriba, porque se inventa la nación. Si eso es así en todos los casos, en el caso catalán la ingeniera social se ha desplegado con un talento excepcional. Ha forjado un mito en las condiciones más adversas, enfrentada a una realidad, demográfica y cultural, en las antípodas del mito. Quizá por eso mismo la determinación con la que se aborda la tarea ha sido tan resuelta y, desde luego, sin la menor sensibilidad liberal. Lo muestra, por ejemplo, un documento interno de 1990 que público el Periódico (28 de octubre de 1990), el que se detalla el programa. Allí, entre otras muchas tareas, se apuesta por «incidir en la formación de los periodistas para garantizar una preparación con conciencia nacional catalana; introducir gente nacionalista en todos los puestos clave de los medios de comunicación; conseguir que los medios de comunicación pública dependientes de la Generalidad sean transmisores eficaces del modelo nacional catalán; crear una agencia de noticias catalana de espíritu nacionalista; impulsar el sentimiento nacional catalán de profesores, padres y estudiantes; reorganizar el cuerpo de inspectores de forma y modo que vigilen el correcto cumplimiento de la normativa sobre la catalanización de la enseñanza; vigilar de cerca la elección de este personal; incidir en las asociaciones de padres, aportando gente y dirigentes que tengan criterios nacionalistas; y velar por la composición de los tribunales de oposición”.

Una calculada contabilidad de incentivos y penalizaciones sabiamente administrada, bien calibrada en sus modulaciones y aplicada con minuciosidad neurótica a cada rincón de la vida social, ha encauzado unas voluntades humanas que llevan mal la vida a la intemperie y que, al construir sus convicciones, operan según el principio de recalar allí donde encuentran menos resistencia. Un apartado especial de la operación, fundamental para su éxito, resultó el dedicado a conquistar, con halagos y regalías, la complicidad de unos intelectuales que, con escasas manías y en menos tiempo que el que se tarda en contarlo, transitaron desde la retórica de la emancipación social a la de la liberación nacional. Por supuesto, una operación de esa magnitud requería olvidarse de elementales principios liberales en el trato con unas instituciones que el nacionalismo patrimonializará sin rubor y de la mirada limpia de una realidad social y cultural en lo esencial idéntica a la del conjunto de España, esto es, del bien y de la verdad. Pero eso, a qué engañarse, no era un tributo excesivo para un gremio que nunca se ha tomado en serio y de cuya fragilidad moral hay sobradas pruebas, entre otras razones, por la que recuerda Upton Sinclair, en una cita recogida por Alonso: «Resulta sumamente difícil conseguir que una persona entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda».

Todo eso está en el libro, si bien inserto en un guión teórico que a veces se impone al relato de los acontecimientos y ralentiza el curso de la exposición. Se entiende. Porque Alonso, aunque se esfuerza por documentar cada una de sus afirmaciones, no es periodista ni historiador, sino un filósofo, y no hay filósofo serio –otra cosa son los que escriben «a la que salga», que decía Cervantes– que no incluya entre sus divisas la famosa recomendación de Kant: «Las intuiciones, sin conceptos, son ciegas; los conceptos, sin intuiciones, son vacíos». De modo que, para pertrecharse de herramientas conceptuales con las que vertebrar sus conjeturas, acude a una perspectiva teórica –que, con alguna precipitación, podría calificarse como constructivista–, según la cual importa menos lo que hay que la recreación de lo que hay. Su idea central la resume una cita del siempre eficaz El Roto con la que se abre el capítulo segundo: «Lo importante no es lo que pasa, sino quien define los acontecimientos».

Entre las diversas teorías disponibles, acude el autor a la tesis central del llamado Enfoque de los problemas sociales, que afirma que, en los procesos sociales en común, se produce la existencia de un «divorcio referencial», una falta de correspondencia entre los datos objetivos y las percepciones y respuestas sociales: «lo determinante para la conversión de un asunto en problema no son las supuestas condiciones objetivas (los hechos o fenómenos en sí), sino los procesos sociales de definición colectiva de esas condiciones. De manera que la objetividad no hay que buscarla en el contenido o la estructura (en la ontología, el credo), sino en el proceso, en la actividad (en la sociología, en la cocina). De otra manera: lo objetivo no está en el mundo material, sino en el mundo social».

Seguramente, en el bazar de las teorías sociales hay otras perspectivas disponibles que también podrían resultar de provecho. En todo caso, la elegida ilumina bastante bien una estrategia política sostenida en inventarios de agravios y en la que los hechos, si existen, se estiran e interpretan más allá de lo razonable: la Guerra de Sucesión de 1714 como invasión; la Guerra Civil como guerra contra Cataluña; la emigración como ejercito de ocupación; el uso de la lengua común como un acto de «minorización» del catalán; las balanzas fiscales como expolio; las sentencias judiciales como imposiciones. Y, al final, un proyecto político, el de ahora mismo, que se entiende como el arqueo final de las injurias y humillaciones acumuladas, la factura a saldar. Una anécdota incluida en el libro resume la actitud: «Cuando un periodista preguntó a un paramilitar serbio en las colinas de Sarajevo por qué disparaba sobre sus vecinos de ayer, su respuesta fue: para vengar Kosovo. “Pero eso ocurrió hace ochocientos años”, le replicó el periodista. “Ya, pero yo me he enterado ahora”».

El lema kantiano, en sus peores versiones, avecina a hegelianismos acartonados, dispuestos a forzar el relato y cuadrar a martillazos la lógica con la historia, a sazonar con noticias oportunas guiones trazados a priori. Aunque el sentido común de Alonso lo aleja de esa tentación y la cobertura empírica cumple, sobre todo, la debida función de ejemplificar y dar contenido a las tesis, en algunos pasos conviven con problemas la reflexión de vuelo y la documentación detallista, y no quede claro si se está «verificando» la teoría o, por el contrario, ahormando la historia en un soporte teórico prescindible, compatible con lo que se cuenta, pero prescindible. Quizá lo mismo, y con más eficacia y claridad, podría contarse de modo más sencillo sin perder el sentido general, analítico y crítico. Sea por la necesidad de arropar en cada momento el andamio teórico, sea por otras razones, entre las que no cabe descartar las facilidades –y riesgos– de los procesadores de textos, que permiten reaparecer una y otra vez en el texto con –e insertar las– nuevas informaciones, el caso es que, en ocasiones, hay alguna sobrecarga de informaciones y digresiones –e incluso hasta alguna repetición literal, como en las páginas 24 y 202– que no allanan la lectura del un trabajo que, por lo general, y como decía, está escrito con gracia y buen pulso. Afortunadamente, el peligro, aunque pueda complicar la lectura de algunas páginas, no afecta al cuerpo general de la exploración de un complejo proceso que, como todos los procesos reales, históricos, no se deja capturar en una única teoría científica.

Sea como fuere, ordenados los acontecimientos uno detrás de otro, cuando se observa el cambio radical de opinión en el plazo de pocos años, y hasta en meses, no sólo de políticos y comentaristas, sino también de académicos que no deben tributos a la turbulencia de los días, incluso los simples testigos –como este reseñista– del proceso no podemos por menos de experimentar perplejidad y preguntarnos cómo ha sido posible que hayamos llegado a donde estamos. Sobre todo cuando se comprueba que no había agravio ninguno, que el modelo de financiación que el nacionalismo presentó un día como una conquista, al poco tiempo lo describía como un expolio. O que, según los estudios serios de estos asuntos, España es uno de los países más descentralizados de mundo, y, seguramente, el único donde la lengua minoritaria mantiene el monopolio en el sistema educativo y los calificados –por políticos profesionales con mando en plaza, no por trastornados en las redes sociales– como opresores y hasta invasores permanecen excluidos de la riqueza y del poder político. Y esos, «los colonos», son los más pobres, y son mayoría. Intelectualmente, la sensación es de aturdimiento, incluso de una fascinación atónita, hasta hipnótica, ante el vértigo de las vicisitudes.

Pero, si se trata de decantar emociones, al final se imponen la inquietud y la desazón al ver cómo la sinrazón, esa que contaban los libros de historia en sus peores páginas, puede llegar a prender tan cerca y tan rápido, y en las condiciones menos propicias: una sociedad rica, hasta opulenta, con una presencia pública sobredimensionada de la identidad cultural supuestamente ignorada, hasta llegar a distorsionar cómo son las cosas, quiénes son los verdaderamente excluidos de la vida institucional. Y el desánimo se ahonda ante lo más grave, lo que más inquieta a Alonso, que la patraña del trato injusto, el relato alienado, lo han dado como bueno, como si fuera la vida verdadera, quienes estaban naturalmente destinados a combatir el nacionalismo: la izquierda.

Ese es el reto que afronta Alonso en su libro: dar cuenta de las condiciones de posibilidad de ese proceso de enajenación. Porque, aunque no hay nacionalismo sin ficciones, en el caso del nacionalismo catalán resultaba superlativa la distancia entre lo que es y lo que se ha contado. Si se piensa bien, lo asombroso, lo necesitado de explicación es que esté costando tanto reconocer algo tan evidente, la naturaleza fantástica del relato. Abordar esa rara rareza, la dificultad de tantos para mirar al nacionalismo de frente, empírica y normativamente, queda para los siguientes volúmenes.

Félix Ovejero es profesor de Ética y Economía en la Universidad de Barcelona. Sus últimos libros son Proceso abierto. El socialismo después del socialismo (Barcelona, Tusquets, 2005), Contra Cromagnon. Nacionalismo, ciudadanía, democracia (Mataró, Montesinos, 2006), Incluso un pueblo de demonios. Democracia, liberalismo, republicanismo (Buenos Aires/Madrid, Katz, 2008), La trama estéril. Izquierda y nacionalismo (Mataró, Montesinos, 2011), ¿Idiotas o ciudadanos? El 15-M y la teoría de la democracia (Barcelona, Montesinos, 2013) y El compromiso del creador. Ética de la estética (Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2014).

Source: Revista de Libros/Blog de Gaiska
http://www.revistadelibros.com/resenas/la-propagacion-de-la-quimera
https://gaizkafernandez.wordpress.com/2015/04/08/felix-ovejero-resena-el-ultimo-libro-de-martin-alonso-el-catalanismo-del-exito-al-extasis-i-la-genesis-de-un-problema-social/

Tuesday, September 15, 2015

El catalanismo, del éxito al éxtasis. II La intelectualidad del “proceso”

Novedad editorial: “El catalanismo, del éxito al éxtasis. II La intelectualidad del “proceso””

imagen_libro.phpEl Viejo Topo acaba de editar el segundo libro de Martín Alonso dedicado a la historia reciente del nacionalismo catalán: El catalanismo, del éxito al éxtasis. II La intelectualidad del “proceso”

No se lo pierdan y tampoco esta interesante entrevista al autor.

Source: Blog de Gaiska
https://gaizkafernandez.wordpress.com/2015/09/15/novedad-editorial-el-catalanismo-del-exito-al-extasis-ii-la-intelectualidad-del-proceso/

Friday, September 11, 2015

Christian Baechler - Guerre et extermination à l’est. Hitler et la conquête de l’espace vital 1933-1945

Christian Baechler. Guerre et extermination à l’est. Hitler et la conquête de l’espace vital 1933-1945
Tallandier. 2012; 528 pages
mercredi 12 septembre 2012, par François Trebosc

Le poids des héritages et la part de l’idéologie nazie.

Les deux premiers chapitres de l’ouvrage nous permettent de mesurer l’importance des préjugés envers les slaves. Ceux-ci sont antérieurs à l’apparition de l’idéologie nazie, mais seront exploités avec succès par celle-ci. Et ce malgré le fait que depuis le Moyen Âge, Allemands et Slaves vivent ensemble dans de nombreuses régions d’Europe orientale.

Si le mythe du Drang nach Osten (la poussée vers l’est) est relativement connu. L’ouvrage montre l’évolution des sentiments allemands à l’égard des Polonais et des Russes. Le maintien de l’unité de la Prusse, puis de l’Empire, entraîne une politique répressive à leur égard. Le polonais est alors stéréotypé comme inférieur et sale…. Une caricature qui va s’accentuer après la Première Guerre mondiale et le rétablissement d’un état polonais aux dépens de territoires allemands. Le cas des Russes est plus complexe, en effet la Russie et la Prusse ont été alliées tout au long du 19° siècle. Les contacts entre les élites sont nombreux. La Russie apparaît même aux yeux de certains allemands comme une puissance d’avenir. Elle devient cependant un ennemi potentiel lorsque prend fin l’alliance traditionnelle. Dès lors le Russe se voit affublé d’un certain nombre de points communs avec le polonais (saleté etc.…).

L’idéologie nazie va reprendre les divers stéréotypes et leur superposer une vision raciale. Les Slaves représentent une main d’œuvre qui permettra d’exploiter cet espace vital dont l’Allemagne a tant besoin. Mais la germanisation de ces terres ne s’accompagnera pas de celle des Slaves, ceux-ci ont vocation à en être chassés, ils n sont pas reconnus comme apte à être germanisés. De plus les Russes sont dans l’idéologie hitlérienne présentés comme dominés par les Juifs et soumis au communisme, deux raisons supplémentaires de les éliminer.

Les débuts de mise en œuvre de la politique nazie.

Les chapitres suivants étudient l’évolution des relations entre l’Allemagne nazie et ses voisins, puis la mise en œuvre de la politique nazie dans la Pologne occupée. L’auteur nous plonge ici au cœur des processus de décision du III° Reich. Comme dans d’autres domaines, on trouve de nombreux organismes rivaux aux attributions mal définies qui se concurrencent et dépendent des grands dignitaires nazis : Himmler, Goering, Rosenberg…. Le débat entre fonctionnalistes et intentionnalistes se retrouvent là aussi, l’auteur optant pour une voie médiane.

On suit donc de l’intérieur la politique nazie à l’égard de la Pologne. Celle-ci refusant une adhésion au pacte anti Kominterm qui ferait d’elle un état vassal de l’Allemagne nazie, Hitler décide de l’éliminer en tant qu’Etat. Il bénéficie pour cela des hésitations des démocraties tout au long des années 30 et du désir de Staline de gagner du temps et de l’espace.

Une fois la Pologne conquise, se met en place une politique dirigée contre les Juifs et les élites : intellectuels, officiers, ecclésiastiques… L’espace polonais a vocation à être colonisé, ses habitants doivent être réduits à l’état de main d’œuvre servile. Des projets divers voient le jour, tous inachevés, mais certains entraînent quand même des transferts de population, « évacuées » pour faire la place aux colons allemands. Des colons qui sont généralement des Volskdeustches transférés d’autres pays et à qui on attribue arbitrairement de nouveaux lieux de résidence, le plus souvent à la tête d’exploitations agricoles. Le sort des Juifs polonais fait l’objet d’âpres débats entre les gauleiter des territoires annexés au Reich et Franck qui est à la tête du gouvernement général.

Barbarossa et ses conséquences.

L’essentiel de l’ouvrage traite du sort de l’URSS. Tous les aspects sont abordés. Qu’il s’agisse des motivations idéologiques et économiques de l’attaque à la préparation et à la réalisation de celle-ci sur le plan militaire. L’occasion pour l’auteur de montrer comment l’état-major allemand a accepté sans sourciller la plupart des directives à l’image de celle sur le traitement des commissaires. Il n’oublie pas le sort des millions de prisonniers de guerre qui meurent dans des conditions effroyables. Mais il montre aussi les divergences qui se font jour entre militaires (et mêmes entre politiques) sur le sort à réserver aux différents peuples de l’URSS alors que l’issue du conflit devient plus qu’incertaine.

L’occupation nazie de l’espace soviétique fait l’objet d’un chapitre spécifique. Les aspects concrets de l’occupation nazie sont passés en revue, de l’exploitation des territoires au sort réservé à la population. Dans le meilleur des cas celle-ci est exploitée comme main d’œuvre servile. Bien souvent elle est la victime des opérations militaires : dépouillée de ses habitations, de sa nourriture et de tout ce qui peut servir et abandonnée à elle-même. Elle paie également un lourd tribut à la lutte contre les partisans qui justifie aux yeux des Allemands les atrocités commises. Le chapitre consacré à l’extermination des juifs soviétiques est l’occasion pour l’auteur de faire le point sur les différentes théories quant à sa genèse.

L’évocation des divers projets de restructuration de l’espace soviétique et de la hiérarchisation raciale de ses occupants permet de voir jusqu’où est allée l’imagination des différents théoriciens nazis. Tout est envisagé de la sélection des individus pour ne retenir que les plus aptes à être germanisés à la création de colonies agricoles SS… Là aussi, il y a concurrence, voire opposition entre les projets des uns et des autres.

Enfin, l’attitude des Allemands vis-à-vis de ce qui se passe en Europe orientale permet de montrer que les atrocités étaient largement connues. Mais que leur ampleur était sous-estimée alors que dans le même temps les franges les plus jeunes qui n’ont connues que le régime nazi adhèrent largement aux thèmes de la propagande.

En conclusion

Une synthèse récente sur des sujets qui font l’objet de discussions : date de décision de la mise en œuvre de l’extermination, attitude de l’armée et de la population allemande vis-à-vis des atrocités… Les 400 pages de l’ouvrage (accompagnées d’une centaine de pages de notes) se lisent avec intérêt. De plus l’auteur a le souci de rappeler les principaux points en fin de chaque chapitre.

L’enseignant de première trouvera dans l’ouvrage matière à étayer son cours sur les guerres du XX° siècle et le totalitarisme nazi. Thème qui fit l’objet de l’analyse de document de l’épreuve de 1°S lors de la session de juin 2012 (discours de Himmler à Posen en 1943).

Compte-rendu de François Trébosc, professeur d’histoire géographie au lycée Jean Vigo, Millau

Source: La Cliothèque
http://clio-cr.clionautes.org/guerre-et-extermination-a-l-est-hitler-et-la-conquete-de-l-espace.html

Wednesday, September 9, 2015

"A historia di que o nacionalismo consegue ser hexemónico cando está unido"

“A historia di que o nacionalismo consegue ser hexemónico cando está unido”

Profesor da Universidade da Coruña, director da revista Murguía e coordinador do Arquivo do Nacionalismo Galego, Uxío-Breogán Diéguez publica agora Nacionalismo galego aquén e alén mar. Desarticulación, resistencia e rearticulación (1936-1975) en Laiovento.

Rede Belvís

Carme Vidal Seguir a @CarmeVidaLaxe
09-06-2015
Foto: Xan Muras

En Nacionalismo galego aquén e alén mar. Desarticulación, resistencia e rearticulación (1936-1975), Uxío Breogán Diéguez elabora unha completa historia de case corenta anos do movemento nacionalista en case cincocentas páxinas, resultado de moitos anos de investigación. Entre as teses que defende destaca a continuidade do nacionalismo organizado na Terra a partir dos anos cincuenta co do exilio.

-Estuda o período de 1936 a 1975. Por que parte do ano do golpe militar?

A cronoloxía non é casual. Relacionamos o 36 co golpe militar, mais quixen que simbolizara outra realidade, en clave patriótica, que semella eclipsada: a conclusión exitosa dunha intensa campaña en favor das liberdades galegas. No plebiscito do Estatuto do 28 de xuño o pobo galego decidiu, por máis do 90% dos votos emitidos, que Galiza contara cunha carta que pautara a relación do país, recoñecido como tal, con España.

"En febreiro do 36 tres deputados do PG electos recollen máis de 400.000 votos"

-A ollos de hoxe, pensar nun 90% dos votos para o nacionalismo...

Vou dar outro dato que acompaña esa realidade. En febreiro do 36 tres deputados do PG electos recollen máis de 400.000 votos. Castelao era o primeiro por Pontevedra, con máis de 100.000, acompañado por Antón Vilar Ponte e Ramón Suárez Picallo pola Coruña, que superaron eses votos, representando en suma os 300.000 (aos que sumar os dos nacionalistas Antón Alonso Ríos ou Elpidio Villaverde e Alfredo Somoza, candidatos doutras formacións...). E podíamos sumar os miles de votos colleitados por Bóveda en Ourense, que non saíu eleito, segundo se denunciaba, por un 'pucheirazo' a favor de Calvo Sotelo. Iso mostra o atractivo e introdución social do nacionalismo e axúdanos a dimensionar a súa presenza naquel tempo, así como a significación e consecuencias do golpe militar do propio 36. Golpe que garda unha proporción directa con esta presenza do nacionalismo, mais, desde logo, coa da esquerda na que se situaba o PG naquela altura.

-Está a dicir que a forza do nacionalismo explica o carácter represivo do golpe na Galiza?

É un dos vectores, ademais da capacidade de organización do movemento obreiro. Ao meu ver, explica a virulencia do golpe no noso país, mesmo que se producira aquel movimento armado reaccionario semanas despois do propio plebiscito (sumándose as reivindicaións patrióticas galegas ás catalás e vascas...). As localidades nas que a represión foi máis dura foron aquelas nas que o movemento obreiro e a esquerda no seu conxunto, e particularmente o nacionalismo galego, era máis forte, caso da Coruña, Pontevedra, Compostela, Ferrol ou Vigo.

-O golpe militar consegue eliminar o nacionalismo?

Consegue, en días, descabezar o nacionalismo galego como pouco. A dirección do PG estaba na Galiza -quitados aqueles que, como Castelao, estaba en Madrid para axendar o Estatuto no debate parlamentar de ámbito español-. O golpe consegue decapitar o vizoso movemento patriótico nacionalista, representado por aquel PG. Cadros como Bóveda, Ánxel Casal ou Vítor Casas son dos primeiros asasinados e non por casualidade. É unha represión selectiva, 'cirúrxica'...

-O nacionalismo articularíase logo no exilio, con Castelao como gran figura.

É a figura aglutinte da maior parte daquel exilio galeguista. Lonxe de pretender réditos persoais, Castelao exerceu xenerosa e responsabelmente a representatividade e liderazgo que se lle concedeu. Cubrindo, aliás, o baleiro de Bóveda, en canto organizador, e co que conformara un excelente tándem no tempo republicano.

-Defende que esa unidade pola que traballa Castelao foi unha das trabes nos principais momentos do movemento nacionalista?

Abofé. Se a historia nos demostra algo, e son dos convencidos de que a historia é unha ferramenta válida (central, incluso, pola perspectiva e vagaxe que dá) para actuar responsabelmente e con criterio no presente e futuro inmediato, é que o nacionalismo ten maior forza, e mesmo chega a ser hexemónico, na acepción de Gramsci, cando está unido. Reparemos nas “Irmandades da Fala” no final dos anos 20, no PG durante a República ou na “Asemblea Nacional-Popular Galega” nos 70, ou no “Bloque Nacionalista Galego” até, en grande medida, os anos noveta do pasado século. Todas realidades aglutinantes de diversas tendencias (e efectivos) do nacionalismo galego, traballando nunha mesma liña e cunha mesma axenda; realidade da que é mostra tamén a “Irmandade Galega” no marco daquel exilio. Realidade que se fraguará desde unha resistencia imposíbel antes do exilio, entre Madrid, Valencia e Barcelona, onde o PG se reconfigura con urxencia, sendo Ramón de Valenzuela nomeado secretario xeral desta formación.

"As localidades nas que a represión foi máis dura foron aquelas nas que o movemento obreiro e a esquerda no seu conxunto, e particularmente o nacionalismo galego, era máis forte"

-E na Terra como é a presenza do nacionalismo despois do 36? Participan na guerrilla? Tentan a reorganización?

No xerme da guerrilla organizada e articulada había concelleiros e militantes de base do nacionalismo, que non ven (non tiñan) outra vía para defender a democracia. Non foron a cerna daquela resistencia, a diferenza de comunistas e socialistas, mais deron o mellor de si a través da mesma. Atopamos tamén figuras como Pepe Velo que participa nesa primeira liña armada en distintos momentos até os anos sesenta, promovendo logo o DRIL. Doutra banda, outros galeguistas pasan á fronte bélica, mobilizados á forza en favor do bando golpista, e ao regresar (ou saír do cárcere aqueles que foran presos) procurarían reencontrase, caso de Xaime Illa Couto ou Francisco Fernández del Riego e Ramón Piñeiro, tentando unha certa reorganización galeguista. Piñeiro sería partidario de agardar a saber como se iría desenvolvendo a ditadura e se acaso unha intervención internacional acabaría coa mesma, diante da II Guerra Mundial.

-Establécense xa os dous polos entre o interior e o exilio?

Comezan nese momento. Valenzuela, que tenta reorganizar o PG na Terra nos inicios dos 40, non tarda en marchar alén mar ao ver que non existía suficiente receptividade, malia a colaboración con el de figuras como Valentín Bóveda, irmán de Alexandre Bóveda. Cando non hai espazo peninsular que escape ao fascismo, só toca o exilio. Castelao xa chegara no verán do 1940 a Bos Aires, co compromiso de reorganizar o nacionalismo, fundamentalmente, alén mar.

-Por que non refundan o PG en Bos Aires?

Cumpría reunir todas as tendencias do nacionalismo. Era aquela unha extrema e de recrear o PG, as diverxencias que anteriormente había con organizacións existentes en América, caso da Sociedade Nazonalista Pondal, podían recrearse. Bótase man da fórmula das Irmandades da Fala e créase a Irmandade Galega (IG) no 1941, dando lugar a unha ampla unidade. A diversidade de tendencias é clara. Na primeira directiva da IG vemos como hai tres vogais que viñan da Pondal, netamente independentista, e que azoutara desde alén mar ao PG durante a República. A Pondal será central, organizativamente, na reorganización do nacionalismo alén mar neste tempo; reeditando, mesmo, o periódico A Fouce.

"Bótase man da fórmula das Irmandades da Fala e créase a Irmandade Galega (IG) no 1941, dando lugar a unha ampla unidade. A diversidade de tendencias é clara".

-Na súa investigación defende que o nacionalismo que se artella no país a partir dos anos cincuenta toma o relevo do exilio?

Ao meu ver, a continuidade é clara. Lexitimado polo plebiscito estatutario, no 44 creárase o Consello de Galiza, sorte de 'goberno galego' no exilio -un goberno galego tería que se ter creado na Terra, a partir dunha aprobación do Estatuto que non se deu-. Os fundadores foron aqueles deputados nacionalistas eleitos. É contemporánea a reorganización na Terra do PG, con Piñeiro, Del Riego e Illa Couto, entre outros; quen actuarán centralmente en clave antifranquista. O PG acabaría diluíndose no final dos 40 no selo editorial “Galaxia”, creado no 1950, apostando aqueles por un decidido resistencialismo cultural. É tempo no que unha e outra póla procuran un relevo.

Entre tanto, mocidade galega con consciencia nacional creara Brais Pinto en Madrid, tendo antecedentes como Xente Nova (Ourense). A táctica do exilio pasaría por crear na Terra, logo de desaparecer o PG, un organismo xuvenil explicitamente nacionalista, naturalmente clandestino. Será o “Consello da Mocidade”, no que participarán mozos de ambas realidades. A tal efecto desde o exilio sería enviado Antón Moreda, que recreara con outros mozos e mozas as Mocedades Galeguistas (1954). Tan só tería unha duración de tres meses, mais contribuiría a evidenciar contradicións diversas e madurar aquel nacionalismo que aniñaba. A Unión do Pobo Galego sería produto do desenlace do Consello, tendo como antesala o manifesto homónimo do 63. Como organización nace no 1964, ensaiando unha 'fronte patriótica'; primeira organización explicitamente nacionalista galega após o 36. Tamén viña de se crear no verán do 63 o Partido Socialista Galego, formación que aínda naquela altura non se declararía nacionalista (declarábase 'socialista galega e europeísta'), malia que no seu seo o nacionalismo estaba presente en non poucos militantes. Ambas organizacións han ter militancia aquén e elén mar, editando os voceiros 'Terra e Tempo' e 'Adiante', respectivamente.

-Vostede continúa até o 75, como se desenvolven eses últimos anos até o fin da ditadura?

O “Consello de Galiza” desde finais dos 60 confíalle a súa representatividade á UPG, ben obvio coa visita de Méndez Ferrín no 68 a Bos Aires e reflectido nas actas do propio Consello. Mais aínda as forzas desta organización eran cativas. Os inicios dos 70 destacarán polo entendemento daquela UPG e un PSG, xa abertamente nacionalista, que serán favorábeis cara mediados da década á 'creba democrática', fronte unha transición que normalizaría, tras a morte de Franco, a reposición borbónica... O resistencialismo cultural, con “Galaxia” como buque insignia, e de meritoria acción e produción, eclosionará no final do franquismo en termos institucionais, oficializándose esa posición. Crearíase, por exemplo, a Real Academia Galega da Ciencia (1977), entre outros impulsada por García-Sabell que sería senador no 77 (e ao pouco delegado do Goberno español na Galiza), Antonio Rosón, íntimo de Piñeiro, asumiría a Xunta Preautonómica (e non un exiliado, a diferenza de Euskadi e Catalunya..., como Alonso Ríos, por exemplo, co que se podería ter recoñecido toda a resistencia galeguista e republicana exiliada). Un tempo no que se estaba a deseñar o marco autonómico actual, evidenciándose a derrota final dunha vizosa realidade republicana, que aínda latexaba no exilio.

Esta entrevista foi publicada no número 143 do semanario Sermos Galiza canda un adianto editorial do libro, a dispor na nosa loxa.

Source: Sermos Galiza (España)
http://www.sermosgaliza.gal/articulo/cultura/historia-di-nacionalismo-consegue-ser-hexemonico-cando-unido/20150609124649038108.html

Tuesday, September 8, 2015

Los nazis querían otorgar la independencia a Euskadi

Plato alemán con una escena de cesta punta
Los rasgos arios de los vascos encandilaron a los jerarcas de Hitler, que pretendían crear una Europa racialmente pura articulada en etnias y no en estados

Anje Ribera

15 julio 2015 10:11

Euskadi fascinaba a los nazis. La obsesión por la pureza de la raza que caracterizó al régimen de Adolf Hitler depositó su mirada en los vascos, a su entender uno de los pueblos europeos menos contaminados gracias a su aislamiento. El Tercer Reich consideraba que nuestra tierra podría constituir uno de los pilares sobre los que sustentar su sueño de generar una nueva organización territorial para el Viejo Continente, en la que también estarían incluidas otras etnias como la catalana, la bretona, la escocesa, la valona, la flamenca, la gallega o la irlandesa, según recogen diferentes documentos que estaban en poder de los aliados y que, tras ser desclasificados, son ya analizados por historiadores.

Sobre todo, eran el idioma y la cultura del País Vasco los factores que atraían a la jerarquía nazi, que trató de desarrollar un proyecto diseñado en los laboratorios del Instituto Geopolítico Alemán y que preveía la independencia de Euskadi una vez que las tropas germanas dominaran todo el territorio europeo. Los estrategas nazis elucubraron sobre la estructura del continente bastante antes de que las botas de la Wehrmacht consiguieran dejar su huella en todos los países que lo integraban.

Euskadi era para Berlín un espejo en el que mirarse. Hasta recogió la vieja reivindicación nacionalista para que el nuevo mapa contemplara, asimismo, territorios que consideraba perdidos a lo largo de la historia. Se refería a comarcas que se encontraban bajo administración francesa, con las que se erigiría una nueva nación para los vascos y, al mismo tiempo, no sólo rompería la integridad del Estado galo, sino que también crearía una cuña entre los gobiernos de París y Madrid.
Soldados nazis en San Sebastián

Soldados nazis en San Sebastián
Según testimonios documentales, los estrategas nazis llegaron a realizar numerosos pasos para llevar a cabo su plan. Fueron maniobras oscuras que se desarrollaron en 1940 y 1941, una vez finalizada la Guerra Civil española, pero con la contienda mundial aún en curso, pese a que la maquinaria bélica francesa ya había sido eliminada con la misma facilidad con la que se tumba un castillo de naipes.

Ello impulsó a los nazis a cargarse de euforia con respecto al proyecto. Para ello tomaron contacto con vascos exiliados en territorio galo. Los agentes del Tercer Reich buscaban un apoyo moral entre la oposición a Franco de todas las tendencias, aunque finalmente centraron su interés en gentes cercanas al PNV y propicia a escuchar los cantos alemanes, una verdad que a menudo ha ofendido a los jeltzales. Defienden los actuales rectores del partido creado por Sabino Arana que, si se negoció con Alemania, fue para obtener información que pudiera ayudar a los aliados.

Ese nuevo País Vasco independiente hubiera funcionado bajo la tutela alemana, aunque con la dirección de unos políticos obnubilados por las glorias momentáneas del Ejército nazi y que vieron en este proyecto la solución anhelada de, por fin, liberarse del yugo español reforzado con el triunfo de Franco. No importaba que la independencia llegara de la mano de otro totalitarismo.

Los políticos nacionalistas que se unieron a la iniciativa germánica consideraban que había que obtener la libertad nacional fuera como fuera y viniera de donde viniera. Confiaban en que los alemanes, más adelante, se adaptarían a la manera de ser y querer del pueblo vasco.

El ideólogo

El interés del régimen de Berlín por los vascos surgió inicialmente en la mente de Werner Best, más adelante responsable de la llamada 'solución final' para acabar con los judíos. Este oficial de las SS estimaba que los estados no pasaban de ser creaciones artificiales carentes de fuerza. Contra ello, defendía la condición natural de las etnias, únicos elementos capaces de constituir una Europa sana en la que las fronteras serían sustituidas por la pureza racial.

Para él, el ejemplo vasco era de tal entidad que encargó la confección de un informe de la situación cultural y política en el territorio. La conclusión del estudio fue clara: la vasca era una sociedad de total fiabilidad y, por tanto, susceptible de formar parte de la hipotética Europa ideal del argumentario nazi.

Best incluso envió a Euskadi al realizador Herbert Brieger para que filmara un documental etnográfico que tuviera como protagonistas a nuestros antepasados. El producto que surgió de aquel viaje se tituló 'Im lande der Basken' (En la tierra de los vascos), que hoy finalmente se puede ver después de pasar medio siglo en paradero desconocido.

La voz en off afirma: "¿De dónde viene esta gente? Nadie lo sabe. Puede que provengan de los constructores de la Torre de Babel, de los fenicios, de los habitantes del mar Atlántico, de los fineses o los mongoles... Sin embargo, la teoría más extendida es que son descendientes de los íberos". Doce minutos entrañables en los que no se muestran ciudades, sino mucho campo, remarcando el carácter rural de nuestra tierra. Eran también abundantes los lauburus, entonces muy parecidos a las esvásticas.

In Landen der Basken from R.C. on Vimeo.

Las imágenes de la Vasconia idílica encandilaron a los jerarcas del Tercer Reich. De inmediato, Ulrich Friedrich Wilhelm Joachim von Ribbentrop, ministro de Asuntos Exteriores de la Alemania nazi, otorgó poderes a Best y a Karl Bouda, otro experto en asuntos raciales, para estudiar la viabilidad de ampararse en criterios de diferenciación racial y conseguir que los vascos pudieran separarse tanto de Francia como de España.

El Gobierno vasco en el exilio, pese a haber mostrado en repetidas ocasiones su rotunda inclinación por el bando aliado "porque no se podía permitir que aquellos que habían bombardeado Gernika dominaran el continente", abrió pronto sus oídos a la idea. El entonces lehendakari, José Antonio Aguirre, autorizó a destacados dirigentes del PNV para que sondearan el escenario a través de contactos con los alemanes.

Es más, la dirección jeltzale hizo llegar a Berlín un documento que transmitía a los aliados del régimen de Franco que "a Alemania le interesa la pacificación de España y no puede escapar a su recto sentido que no hay pacificación posible sin una solución favorable a los vascos. Nacionalistas vascos, se entiende".
El PNV de 1941 llegó a señalar que creía en "el talento político y en el alto espíritu de comprensión" del Führer para que "el problema vasco sea tenido en cuenta"
El Euzkadi buru batzar de la época, que ya antes había insinuado al mando aliado sus ansias independentistas, señaló en un informe de 1941 que creía en "el talento político del Führer, en su sagacidad, en su alto espíritu de comprensión" para que "en el nuevo orden a establecer en Europa, y particularmente en España, el problema vasco sea tenido en cuenta". Incluso los jeltzales llegaron a redactar un proyecto de estatuto para unificar la región de la Vasconia insertada en la Europa nazi, gracias a un estatus especial bajo el paraguas protector de los que se suponía serían los nuevos dueños de Europa.

También el sindicato jeltzale ELA-STV se posicionó al señalar que el régimen de Hitler era "un totalitarismo culto, frente al soviético", que calificó de "grosero y criminal. Euskadi y Alemania están condenadas a entenderse", añadió.

Las loas de Aguirre

El propio Aguirre, que gracias a un pasaporte falso realizó un viaje por Alemania en su ruta hacia el exilio en Sudamérica, se mostró cercano al régimen de Berlín. Algunas fuentes dicen que, sin éxito, allí intentó ser recibido por el almirante Wilhelm Canaris y por el propio Von Ribbentrop.

En su diario, conservado en la biblioteca del Congreso de Estados Unidos desde 1954, el primer lehendakari vasco escribía por aquella época la frase "cómo se equivocan los que juzgan la obra de Hitler". Mostraba su simpatía hacia el régimen nacionalsocialista con descripciones de su estancia en la capital teutona. "He visto pasar al ministro de Exteriores japonés Matsuoka, precedido y seguido de gran acompañamiento. Iba con él el general Oshima".

"He llegado hasta la cancillería, donde un numeroso público esperaba la salida de Hitler y del ministro japonés después de su entrevista. Ha durado dos horas y media. He esperado, firme en pie, con intenso frío, el momento. Salen al fin Hitler, Van Ribbentrop y Oshima. Yo estaba a 50 metros. Tenía en mi mano unas banderolas nazis y japonesas que nos han repartido gentilmente unos miembros de las SS. He disfrutado mucho".

José Antonio AguirrePrimer lehendakari
de la historia, desde 1936 hasta 1960
"Cómo se equivocan los que juzgan
la obra de Hitler"
La benevolencia de Aguirre hacia ciertas actuaciones del Tercer Reich quedó también reflejada en otros escritos. "Se podrá no compartir sus ideas, pero se comprende bien que ciertos procedimientos de gobierno sean necesarios en algunos países tumultuarios".

Sin embargo, aquellas reuniones nunca llegaron a plasmarse en un acuerdo, porque la cúpula del PNV finalmente las desautorizó cuando comenzaron a conocerse en el bando aliado y en el régimen que surgió de la Guerra Civil española.

Muchos años después, cuando al PNV se le criticó su estrategia, algunos de sus dirigentes reconocieron el error, pero lo justificaron porque "había que jugar a ganador alguna vez" y porque "existía cierta esperanza de que los nazis nos apoyaran frente a Franco".

Además, la apuesta por los nazis hubiera resultado perdedora. La condición indispensable para que el plan fructificara era que los alemanes se impusieran en la guerra, pero esa premisa fue, precisamente, la que al final falló.

Para los interesados en profundizar en la historia que se ha tratado de desarrollar más atrás cabe recomendar el documental 'Una esvástica sobre el Bidasoa', que toca tangencialmente el plan nazi para el País Vasco. Fue dirigido por Alfonso Andrés y Javier Barajas en 2013, con la coproducción de Televisión Española.

Source: El Diario Vasco (España)
http://www.diariovasco.com/sociedad/201507/15/nazis-querian-otorgar-independencia-20150715094856.html

Sunday, September 6, 2015

Más nazi que Hitler. Rosenberg Diarios 1934-1944

El dietario de uno de los planificadores del Holocauto se publica ahora a nivel mundial tras permanecer desparecido desde los Juicios de Núremberg

Foto: Goering, Von Ribbentrop, Keitel y Rosenberg (primero por la derecha) en los Juicios de Nuremberg
Carlos Prieto

Imagine que le nombran a usted Director de Recursos Humanos de una empresa llamada Internacional Nacionalsocialista y le encargan elegir al nuevo Consejero Delegado. ¿El objetivo? Buscar al hombre que no solo guíe a la empresa hasta el liderazgo del sector de la Conquista, Destrucción y Barbarie a Gran Escala sino que, sobre todo, muestre mayor entusiasmo y convencimiento en la cruzada. De entre todos los candidatos, seleccionará usted a dos: un tal Adolf Hitler y un tal Alfred Rosenberg. ¿Con cual de los dos se quedaría? Con Hitler... ¿O quizá no?

En efecto, si se trata de elegir al mayor nazi de todos los tiempos, la elección correcta no es fácil si nos atenemos a los orígenes del movimiento. El mismísimo Führer llamaba a Alfred Rosenberg “Padre de la iglesia del nacionalsocialista”. De su condición de ideólogo de cabecera del nazismo da fe lo temprano de su ardor antisemita: Quedaban cinco años para que Hitler escribiera Mi lucha (1925) cuando Rosenberg publicó su primer libro: La huella del judío a lo largo de la historia; texto que, como se pueden ustedes imaginar, no era un dechado de empatía hacia el judaísmo (sus primeros escritos atestiguaban un “antisemitismo francamente monomacíaco”, según su primer biógrafo). Algunos historiadores sostienen que el libro de Rosenberg "inspiró, al menos parcialmente, muchos pasajes antisemitas de Mi lucha".
El Führer le llamaba 'Padre de la iglesia del nacionalsocialista'
Rosenberg, que ocuparía cargos como la dirección de Exteriores del partido nazi o el ministerio del Reich para los Territorios Ocupados del Este, fue juzgado en Núremberg, condenado a muerte y ejecutado en la horca en octubre de 1946.

Crítica lanza ahora por primera vez sus Diarios 1934-1944, que desaparecieron misteriosamente durante los Juicios de Núremberg, y reaparecieron en EEUU en 2013 tras una investigación del Museo del Holocausto y el Gobierno estadounidense. Todos los dedos apuntan hacia Robert Kempner, uno de los fiscales de Núremberg, acusado de sacar los papeles de Alemania para traficar con el material.

Páginas truculentas

Hitler no envío a Rosenberg al Este durante la guerra por casualidad: "Le veía como un competente correligionario al que ningún otro miembro de la cúpula nacionalsocialista podía igualarse" en su fervor antibolchevique, cuentan Jürgen Matthäus y Frank Bajohr, editores del libro. El 2 de abril de 1941, Hitler nombra a Rosenberg hombre fuerte en los territorios ocupados del Este europeo. Así lo plasmó en su diario: “No creo que sea necesario que me detenga a explicar lo que siento. Estos veinte años de trabajo antibolchevique van a tener repercusiones políticas, más aún, repercusión en la historia de la humanidad…”.

En calidad de ministro para los Territorios Ocupados del Este, "Rosenberg se ocupó de orquestar ideológica y filosóficamente el Holocausto", hecho evidenciado en "varias iniciativas suyas relacionadas con la división del trabajo para la matanza organizada y sistemática”, analizan Matthäus y Bajohr.

Rosenberg, ¡cómo no!, intentaría maquillar su trayectoria a posteriori. Su "leyenda del pensador apartado de la realidad, bienintencionado, y desplazado por otros jerarcas del Partido Nazi más radicales que él", chocó contra el muro del Tribunal de Núremberg... y contra el de la realidad: Rosenberg había hablado y escrito hasta la saciedad sobre su odio a los judíos.
'La cuestión judía en Europa y Alemania solo estará resuelta cuando no haya ni un judío más en el continente europeo'
"En un discurso sin fecha, que probablemente se pronunció tras la batalla de Stalingrado, Rosenberg volvió a expresarse con claridad acerca de la situación de la 'solución final': había que 'eliminar esa suciedad, pues lo que hoy sucede con la eliminación de los judíos de todos los estados del continente europeo es también un hecho humano, concretamente un hecho humano duro, biológico'. Aunque hubiese cambiado algo desde la formulación de los ideales nacionalsocialistas, Rosenberg seguía sintiendo la 'antigua ira', y el objetivo no podía 'ser otro que el de antes: la cuestión judía en Europa y Alemania solo estará resuelta cuando no haya ni un judío más en el continente europeo'", escriben los editores del libro.

No obstante, Rosenberg se cuidó mucho de explicitar en los diarios su participación directa en las matanzas. Como se explica en la introducción, "la propensión a guardar intencionadamente silencio en las propias notas sobre incidentes que resultan desagradables o perjudiciales es una tendencia compartida" tanto por Rosenberg como por Joseph Goebbels, únicos líderes nacionalsocialistas en recoger sus reflexiones en diarios.

Por tanto, las mayores truculencias del dietario se encuentran en detalles costumbristas como el siguiente, sacado de la entrada del 27 de enero de 1940:

"Hoy al mediodía el Führer estaba nuevamente de buen humor… Hess le trasladó el relato de un capitán alemán que después de muchos años había estado de nuevo en Odessa. Le explicó que, al contrario que antes, no había encontrado ni un judío entre las autoridades. Esto dio pie al comentario tan frecuente en estos días de si realmente se está preparando en Rusia un cambio en este sentido. Yo dije que si de verdad comenzaba esa tendencia desembocaría en un terrible pogromo contra los judíos. El Führer dijo: entonces quizá le pida a él la asustada Europa que vele por la humanidad del Este… Todos se echaron a reír"... Hitler aprovechó las risas de sus subordinados para soltar el chiste final: "Y que Rosenberg sea el secretario de un congreso presidido por mí sobre el trato humano a los judíos...”. Más risotadas...

O la mezcla definitiva entre antisemitismo, nazismo y cuñadismo en la oficina nacionalsocialista…

Source: El Confidencial (España)
http://www.elconfidencial.com/cultura/2015-09-06/mas-nazi-que-hitler_999635/

Saturday, September 5, 2015

Los alemanes sabían lo que ocurría en los campos de concentración y exterminio

Miles de gafas amontonadas en las cámaras de gas de Auschwitz. | Efe
Rosalía Sánchez | Berlín
Actualizado lunes 27/06/2011 11:36 horas

Cualquier alemán que vivió durante el Tercer Reich podía saber y posiblemente sabía lo que estaba pasando en los campos de concentración nazis. El diario personal que un funcionario alemán, Friedrich Kellner, escribió entre 1939 y 1945 demuestra que el ciudadano medio alemán conocía los crímenes nazis, era consciente de estar viviendo en un "Estado del terror", y callaba.

Durante los juicios de desnazificación y en toda una escuela de literatura y cinematografía de la segunda mitad del siglo XX se ha ido imponiendo la imagen de un pueblo alemán que apenas era capaz de entrever lo que estaba haciendo Hitler y que no era consciente del material que componían las cenizas esparcidas desde las chimeneas de los hornos crematorios.

El hallazgo y publicación del diario de este funcionario judicial que trabajaba en Laubach, Hesse, ofrece sin embargo una respuesta diferente a la pregunta que historiadores y filósofos alemanes siguen haciéndose hoy en día: ¿qué podía saber el individuo anónimo y en qué medida, por tanto, puede ser considerado responsable? Y la respuesta es quizá no conocían a fondo los detalles técnicos, pero sí comprendían las líneas directrices de la política nazi, sus objetivos y los medios que utilizaban.

Apuntes de una guerra

Kellner refiere conversaciones mantenidas al azar y cita fuentes de acceso público como periódicos y programas de radio y en menos de un año de gobierno nazi ya había llegado a una conclusión certera. "Está claro, se trata del exterminio de los judíos y los polacos", escribe horrorizado. Especialmente irónicos son sus comentarios sobre las noticias y partes de guerra en los que descubre con enorme facilidad el material de propaganda del régimen, cuya escasa coherencia planteaba dudas a cualquier análisis medianamente crítico.

El 1 de septiembre de 1940 anota: "Si debemos creer lo que leemos todos los días en los periódicos, nuestros aviadores van de paseo. El enemigo impacta solamente en cielo abierto, además de en cementerios y hospitales. Y cuando muere un piloto, nos dicen que ha sido a causa de un ataque aéreo pirata inglés. Y repiten que la intención de nuestros vuelos no es la de llevar a cabo ataques aéreos. Si no queremos ataques aéreos, ¿para qué estamos en guerra?", se pregunta.

Kellner desarrolla tretas para burlar lo que califica como "una propaganda cada día más agresiva". Ante la falta de información sobre bajas alemanas en la guerra, cuenta en octubre de 1941 las esquelas del periódico 'Hamburger Fremdenblatt', 281, y calcula multiplicando esta cifra por los 250 diarios que publican esquelas en Alemania, una media de 30.000 muertos al mes, anotando que "la cifra debe ser aún más alta, porque muchos soldados rasos no reciben el honor de una esquela".

Una visión distinta

Las 900 páginas de anotaciones de Kellner difieren de otras publicadas anteriormente como las del Darl Dürkefälder o Victor Klemperer, en que el autor no era un intelectual ni disfrutaba de una situación económica desahogada.

Nació en 1885 en Vaihingen an der Enz, cerca de Stuttgart. Su padre trabajaba como panadero, su madre como empleada doméstica. En 1903 comenzó su formación como oficial jurídico en Maguncia y después de haber cumplido con el servicio militar obligatorio encontró empleo en la corte de Maguncia. Allí trabajó hasta 1932 y ascendió al puesto de inspector judicial provisional. Su padre había simpatizado con el socialismo y Kellner constata en las notas su estupefacción por el hecho de que la República de Weimar hubiera derivado en el nazismo con tan terribles consecuencias.

El diario ha permanecido en poder de la familia y acaba de ser publicado en dos volúmenes bajo el título 'Cuando está nublado, todos los cerebros oscurecen' por la editorial Wallenstein, de Göttingen.

Source: El Mundo (España)
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/06/27/internacional/1309166654.html

Tuesday, September 1, 2015

Las horribles consecuencias de los experimentos secretos realizados en humanos por los británicos

Una nueva investigación ha desvelado que miles de «voluntarios» fueron intoxicados con gas sarín o drogas experimentales desde 1939

Louis Hugelmann. Algunos pacientes fallecieron y otros fueron inducidos
a la demencia momentánea. Varios pilotos de la RAF fueron víctimas de ello
Ha pasado poco más de un mes desde que una novedosa investigación histórica desveló que el gobierno de Gran Bretaña utilizó, durante la Guerra Fría, a miles de sus ciudadanos como cobayas humanas para probar todo tipo de sustancias potencialmente peligrosas. Todo ello, sin su consentimiento y causando severos daños en su salud. No obstante, ahora acaba de ser desvelado también qué pruebas se realizaron sobre multitud de militares en Wiltshire, los cuales fueron expuestos a sustancias como gas sarín o ántrax sin saberlo, desde la Segunda Guerra Mundial.

Así lo afirma un nuevo libro («Ciencia Secreta: Un siglo de guerras, veneno y experimentos humanos») del que se ha hecho eco la versión digital del «Daily Mail». Este, a su vez, explica las terribles repercusiones que sufrieron estos improvisados sujetos de pruebas tras los experimentos. Entre ellas, destacan algunas tan impactantes como las de un joven inglés que estuvo convulsionando durante varios minutos u otro que, después de que le fuera inyectada una droga «incapacitante» en el cerebro, estuvo hablando cuatro horas con un amigo de su escuela que había fallecido cuatro años antes.

Concretamente, la investigación ha desvelado las pruebas que los científicos británicos realizaron sobre más de 21.000 militares de su país desde 1939 (al comienzo de la Segunda Guerra Mundial) hasta 1989 en un centro científico de Wiltshire. Estas fueron promovidas por el Ministerio de Defensa, que hizo hincapié en que a los «voluntarios» no se les debían explicar las posibles repercusiones. Con todo, los investigadores creían por entonces que los experimentos eran totalmente seguros, algo que no impidió que, el pasado 2008, el gobierno se disculpase con las víctimas y les pagase una cuantiosa indemnización.

El investigador que ha sacado a la luz estos datos ha sido el historiador Ulf Schmidt, quien ha expuesto en su libro casos como el del ingeniero de la Fuerza Aérea de Su Majestad Ronald Maddison, de 20 años. Este fue expuesto, si saberlo, a gas sarín, un agente nervioso que actualmente está calificado por la ONU como un arma de destrucción masiva. Según el historiador, el militar fue guiado a una cámara en la que -junto a otros cinco sujetos- le aplicaron veinte gotas de esta sustancia. Murió dos horas después. Y eso, a pesar de que le habían informado de que no correría ningún peligro.

Así lo ha corroborado al investigador Alfred Thornhill, quien fue testigo de lo sucedido cuando contaba 19 años. «Vi que se levantaba de la cama y su piel empezó a volverse azul. Comenzó desde el tobillo y se expandió por su pierna. Fue como ver algo venido del espacio exterior. Después, los médicos le clavaron la aguja más grande que he visto nunca y me dijeron que me marchase», explica el antiguo militar en declaraciones recogidas por le diario.

Otro de ellos se produjo durante la Segunda Guerra Mundial (1943) cuando varios soldados fueron expuestos a vapor de nitrógeno durante cinco días seguidos. Los seis voluntarios tuvieron finalmente que ser retirados de la prueba, pues sufrieron quemaduras químicas en sus axilas, escrotos y cuero cabelludo. «Abrieron la puerta de la cámara y todos estábamos en el suelo, gimiendo y llorando. Se hizo eterno y fue horrible», ha señalado al historiador Harry Hogg, quien participó en la prueba a los 20 años.

Algo parecido sucedió con el aviador de 19 años Richard Skinner quien, a cambio de unos chelines, se sometió en 1972 a lo que los expertos le habían denominado «una leve dosis de anestésico». Sin embargo, lo que realmente le inyectaron fue una nueva droga que incapacitaba el cerebro humano. En un vídeo grabado del experimento se puede apreciar como el paciente habla durante cuatro horas con un extintor de incendios que, según cree, es un amigo de la infancia fallecido hacía cuatro años.

Como ellos, y tal y como señala Schmidt, miles de soldados fueron encerrados en cámaras de gas bajo falsas promesas de dinero y bombardeados con todo tipo de toxinas potencialmente letales con el objetivo de probar los nuevos trajes químicos que se estaban desarrollando por entonces.

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Día 08/08/2015 - 18.10h

Source: ABC (España)
http://www.abc.es/cultura/20150808/abci-repercusiones-guerra-mundial-experimentos-201508081739.html

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