Liam HoareOctober 25, 2015
David Cesarani, the great British historian of the Holocaust and Anglo Jewry, has died at the age of 58, London’s Jewish Chronicle reports. The London Times columnist David Aaronovitch described him as “a man of luminous intelligence and splendid academic achievement.”
Cesarani — as a research professor in History at Royal Holloway, University of London and director of the school’s Holocaust Research Center — made significant interventions in the field of Holocaust studies, winning the National Jewish Book Award for History in 2006 for “Becoming Eichmann: Rethinking the Life, Crimes and Trial of a Desk Murderer.”
Using archival material hitherto unavailable to historians, Cesarani dismantled the notion, constructed by Hannah Arendt, that Eichmann was essentially a banal bureaucrat — a paper pusher responsible for the deaths of millions due to circumstance, time, and place. Dismissing Arendt as an unreliable witness, Cesarani showed that Eichmann’s anti-Semitism and belief in Nazism, as well as the denigration of European Jewry to subhuman status and the willingness of others to collaborate in Nazi crimes, made his participation in the Holocaust possible.
“It is thoroughly researched, densely factual; there may never be need for another biography of the man,” Barry Gewen wrote in a review for The New York Times.
Invested in Holocaust education and remembrance, in 2005 Cesarani was awarded an OBE for his work towards the establishment of Holocaust Memorial Day (HMD) in the United Kingdom. He was a trustee of the HMD Trust and a consultant to the Holocaust Educational Trust. His public support for a Holocaust museum in London in the 1990s culminated in the opening of the permanent exhibition on the Holocaust at the Imperial War Museum in 2000. Cesarani served on the advisory board working with the team that created the exhibit.
“David was an outstanding historian of the Holocaust, who recognised that the Holocaust was more than simply an event to be studied — it was unprecedented challenge to civilization,” Olivia Marks-Woldman, Chief Executive of the Holocaust Memorial Day Trust said. “David helped ensure that everybody in society was challenged by the difficult lessons that the Holocaust presents.”
Cesarani was also an important voice in Anglo-Jewish affairs. He wrote a history of The Jewish Chronicle — the British Jewish paper of record — that its current editor, Stephen Pollard, described as “gripping, enlightening, and judicious.” Writing for The Guardian and New Statesman, Cesarani in turns dispelled the myth of Jewish unity, assailed the journalist Peter Oborne for his insinuations about the power of the pro-Israel lobby, and argued that a “suspicion of Jews is ingrained in certain quarters of Britain’s ruling class.”
From the political left, Cesarani critiqued the growing movement on Britain’s university campuses to boycott, divest and sanction Israel. “It is possible to support the Palestinian struggle against the occupation and for a viable state without endorsing the murder of innocents or conspiracy theories about Jews,” he wrote. “British universities are a meeting place of different nationalities and ethnic and faith groups. The boycott campaign, anti-Israel motions, double standards and violent rhetoric poison this precious environment.”
All in all, Cesarani was the author and editor of over fifteen books, including a biography of Arthur Koestler, “The Homeless Mind,” and “Major Farran’s Hat: Murder, Scandal and Britain’s War Against Jewish Terrorism 1945-1948.” His final work, “Final Solution: The Fate of the Jews 1933-1949,” is due for publication in January 2016.
At an event in March for London’s Jewish Book Week, Cesarani indicated that “Final Solution” demonstrate the surprising lack of inevitability in the events that culminated in the Holocaust. “Auschwitz is tremendously important,” Cesarani said then, but “it has created the sense that the Holocaust started in 1933 and inevitably led to Auschwitz.” Instead, Cesarani will stress the haphazard evolution of anti-Jewish policy in the 1930s and argue that the Holocaust was a consequence of both German and Allied military failures.
“So much knowledge has gone from the world with David Cesarani’s passing,” Stephen Pollard concluded.
Source: Forward
http://forward.com/news/breaking-news/323295/david-cesarani-british-historian-of-holocaust-and-anglo-jewry-dies-at-58/?attribution=home-breaking-news-headline-1
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Monday, October 26, 2015
Tuesday, September 1, 2015
Las horribles consecuencias de los experimentos secretos realizados en humanos por los británicos
Una nueva investigación ha desvelado que miles de «voluntarios» fueron intoxicados con gas sarín o drogas experimentales desde 1939
Ha pasado poco más de un mes desde que una novedosa investigación histórica desveló que el gobierno de Gran Bretaña utilizó, durante la Guerra Fría, a miles de sus ciudadanos como cobayas humanas para probar todo tipo de sustancias potencialmente peligrosas. Todo ello, sin su consentimiento y causando severos daños en su salud. No obstante, ahora acaba de ser desvelado también qué pruebas se realizaron sobre multitud de militares en Wiltshire, los cuales fueron expuestos a sustancias como gas sarín o ántrax sin saberlo, desde la Segunda Guerra Mundial.
Así lo afirma un nuevo libro («Ciencia Secreta: Un siglo de guerras, veneno y experimentos humanos») del que se ha hecho eco la versión digital del «Daily Mail». Este, a su vez, explica las terribles repercusiones que sufrieron estos improvisados sujetos de pruebas tras los experimentos. Entre ellas, destacan algunas tan impactantes como las de un joven inglés que estuvo convulsionando durante varios minutos u otro que, después de que le fuera inyectada una droga «incapacitante» en el cerebro, estuvo hablando cuatro horas con un amigo de su escuela que había fallecido cuatro años antes.
Concretamente, la investigación ha desvelado las pruebas que los científicos británicos realizaron sobre más de 21.000 militares de su país desde 1939 (al comienzo de la Segunda Guerra Mundial) hasta 1989 en un centro científico de Wiltshire. Estas fueron promovidas por el Ministerio de Defensa, que hizo hincapié en que a los «voluntarios» no se les debían explicar las posibles repercusiones. Con todo, los investigadores creían por entonces que los experimentos eran totalmente seguros, algo que no impidió que, el pasado 2008, el gobierno se disculpase con las víctimas y les pagase una cuantiosa indemnización.
El investigador que ha sacado a la luz estos datos ha sido el historiador Ulf Schmidt, quien ha expuesto en su libro casos como el del ingeniero de la Fuerza Aérea de Su Majestad Ronald Maddison, de 20 años. Este fue expuesto, si saberlo, a gas sarín, un agente nervioso que actualmente está calificado por la ONU como un arma de destrucción masiva. Según el historiador, el militar fue guiado a una cámara en la que -junto a otros cinco sujetos- le aplicaron veinte gotas de esta sustancia. Murió dos horas después. Y eso, a pesar de que le habían informado de que no correría ningún peligro.
Así lo ha corroborado al investigador Alfred Thornhill, quien fue testigo de lo sucedido cuando contaba 19 años. «Vi que se levantaba de la cama y su piel empezó a volverse azul. Comenzó desde el tobillo y se expandió por su pierna. Fue como ver algo venido del espacio exterior. Después, los médicos le clavaron la aguja más grande que he visto nunca y me dijeron que me marchase», explica el antiguo militar en declaraciones recogidas por le diario.
Otro de ellos se produjo durante la Segunda Guerra Mundial (1943) cuando varios soldados fueron expuestos a vapor de nitrógeno durante cinco días seguidos. Los seis voluntarios tuvieron finalmente que ser retirados de la prueba, pues sufrieron quemaduras químicas en sus axilas, escrotos y cuero cabelludo. «Abrieron la puerta de la cámara y todos estábamos en el suelo, gimiendo y llorando. Se hizo eterno y fue horrible», ha señalado al historiador Harry Hogg, quien participó en la prueba a los 20 años.
Algo parecido sucedió con el aviador de 19 años Richard Skinner quien, a cambio de unos chelines, se sometió en 1972 a lo que los expertos le habían denominado «una leve dosis de anestésico». Sin embargo, lo que realmente le inyectaron fue una nueva droga que incapacitaba el cerebro humano. En un vídeo grabado del experimento se puede apreciar como el paciente habla durante cuatro horas con un extintor de incendios que, según cree, es un amigo de la infancia fallecido hacía cuatro años.
Como ellos, y tal y como señala Schmidt, miles de soldados fueron encerrados en cámaras de gas bajo falsas promesas de dinero y bombardeados con todo tipo de toxinas potencialmente letales con el objetivo de probar los nuevos trajes químicos que se estaban desarrollando por entonces.
Abc.es@abc_es / Madrid
Día 08/08/2015 - 18.10h
Source: ABC (España)
http://www.abc.es/cultura/20150808/abci-repercusiones-guerra-mundial-experimentos-201508081739.html
Louis Hugelmann. Algunos pacientes fallecieron y otros fueron inducidos a la demencia momentánea. Varios pilotos de la RAF fueron víctimas de ello |
Así lo afirma un nuevo libro («Ciencia Secreta: Un siglo de guerras, veneno y experimentos humanos») del que se ha hecho eco la versión digital del «Daily Mail». Este, a su vez, explica las terribles repercusiones que sufrieron estos improvisados sujetos de pruebas tras los experimentos. Entre ellas, destacan algunas tan impactantes como las de un joven inglés que estuvo convulsionando durante varios minutos u otro que, después de que le fuera inyectada una droga «incapacitante» en el cerebro, estuvo hablando cuatro horas con un amigo de su escuela que había fallecido cuatro años antes.
Concretamente, la investigación ha desvelado las pruebas que los científicos británicos realizaron sobre más de 21.000 militares de su país desde 1939 (al comienzo de la Segunda Guerra Mundial) hasta 1989 en un centro científico de Wiltshire. Estas fueron promovidas por el Ministerio de Defensa, que hizo hincapié en que a los «voluntarios» no se les debían explicar las posibles repercusiones. Con todo, los investigadores creían por entonces que los experimentos eran totalmente seguros, algo que no impidió que, el pasado 2008, el gobierno se disculpase con las víctimas y les pagase una cuantiosa indemnización.
El investigador que ha sacado a la luz estos datos ha sido el historiador Ulf Schmidt, quien ha expuesto en su libro casos como el del ingeniero de la Fuerza Aérea de Su Majestad Ronald Maddison, de 20 años. Este fue expuesto, si saberlo, a gas sarín, un agente nervioso que actualmente está calificado por la ONU como un arma de destrucción masiva. Según el historiador, el militar fue guiado a una cámara en la que -junto a otros cinco sujetos- le aplicaron veinte gotas de esta sustancia. Murió dos horas después. Y eso, a pesar de que le habían informado de que no correría ningún peligro.
Así lo ha corroborado al investigador Alfred Thornhill, quien fue testigo de lo sucedido cuando contaba 19 años. «Vi que se levantaba de la cama y su piel empezó a volverse azul. Comenzó desde el tobillo y se expandió por su pierna. Fue como ver algo venido del espacio exterior. Después, los médicos le clavaron la aguja más grande que he visto nunca y me dijeron que me marchase», explica el antiguo militar en declaraciones recogidas por le diario.
Otro de ellos se produjo durante la Segunda Guerra Mundial (1943) cuando varios soldados fueron expuestos a vapor de nitrógeno durante cinco días seguidos. Los seis voluntarios tuvieron finalmente que ser retirados de la prueba, pues sufrieron quemaduras químicas en sus axilas, escrotos y cuero cabelludo. «Abrieron la puerta de la cámara y todos estábamos en el suelo, gimiendo y llorando. Se hizo eterno y fue horrible», ha señalado al historiador Harry Hogg, quien participó en la prueba a los 20 años.
Algo parecido sucedió con el aviador de 19 años Richard Skinner quien, a cambio de unos chelines, se sometió en 1972 a lo que los expertos le habían denominado «una leve dosis de anestésico». Sin embargo, lo que realmente le inyectaron fue una nueva droga que incapacitaba el cerebro humano. En un vídeo grabado del experimento se puede apreciar como el paciente habla durante cuatro horas con un extintor de incendios que, según cree, es un amigo de la infancia fallecido hacía cuatro años.
Como ellos, y tal y como señala Schmidt, miles de soldados fueron encerrados en cámaras de gas bajo falsas promesas de dinero y bombardeados con todo tipo de toxinas potencialmente letales con el objetivo de probar los nuevos trajes químicos que se estaban desarrollando por entonces.
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Día 08/08/2015 - 18.10h
Source: ABC (España)
http://www.abc.es/cultura/20150808/abci-repercusiones-guerra-mundial-experimentos-201508081739.html
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