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Thursday, March 31, 2016

Budapest, 1944: busquen al judío

Tropas del Partido de la Cruz Flechada, en Budapest, en 1944.

El Gobierno de Hungría, aliado del Reich, protegió a sus ciudadanos hasta que Alemania invadió sus fronteras. Y entonces, el pánico

JULIO MARTÍN ALARCÓN
@Julio_M_Alarcon
31/03/2016 15:57

La historia dicta que los nazis fueron responsables del mayor genocidio de la historia, pero a menudo obvia que lo hicieron con la inestimable colaboración de aliados y gobiernos títeres en los países de Europa que ocuparon entre 1939 y 1944. Entre ellos, la Francia del Gobierno de Vichy del mariscal Pétain.

La muerte de Imre Kertész, uno de los testigos de aquella tragedia, devuelve a la memoria la historia de su país durante aquellos años. Hungría, aunque aliado de Alemania desde 1941, fue uno de los gobiernos que menos colaboró para la Solución Final nazi. Bajo la figura del general Miklós Horthy, que ejercía de jefe de estado del país desde 1920 como regente de Hungría (heredó la legitimidad del Imperio Astro-Húngaro tras su derrota en la Primera Guerra Mundial y su desmembramiento en diferentes naciones), las autoridades húngaras preservaron el grado de autonomía necesario para eludir la persecución y deportación de los judíos a los campos de exterminio. El Gobierno de Horthy -que nunca promovió la persecución- resistió la presión, especialmente a partir del 20 de enero de 1942, cuando el Tercer Reich sentenció a todos los judíos de Europa a las cámaras de gas tras adoptar la denominada Solución Final en la conferencia de Wannsee.

Antes de esa fecha el régimen nazi no sólo permitió, sino que alentó a los países bajo su esfera de influencia a solucionar el "problema judío" por medio de la expulsión de sus fronteras. Sin embargo, a partir de Wannsee, la furia asesina del Reich se extendió a todos los rincones de Europa y se tradujo en continuas presiones para que sus aliados se implicaran de forma efectiva en el judenrein -estado "libre de judíos"- y por tanto, el asesinato masivo.

Horthy se resistió entonces a las demandas nazis al igual que había hecho Mussolini en Italia -que eludió con evasivas a sus aliados-, hasta que la paciencia de Hitler se agotó. En marzo de 1944, las tropas de la Wehrmacht entraron en Hungría forzando al regente a nombrar a un ministro pro alemán. La comunidad judía húngara, que había permanecido prácticamente a salvo del horror con el que se alimentaban ya los campos de exterminio de Auschwitz, Treblinka o Sobibor, corrió la misma suerte que en el resto de países ocupados. Fue entonces cuando comenzó la crucial labor de los diplomáticos de Suecia, Raoul Wallengberg, España, Ángel Sanz-Briz, Suiza, Carl Lutz, y la decisiva ayuda del Nuncio Apostólico de Roma, Angelo Rota, que salvaron miles de vidas.

Las protestas lograron que Horthy rectificara su política y suspendiese las deportaciones de judíos a los campos del este hacia julio. Sin embargo, en octubre de 1944, tan sólo seis meses antes de que el Tercer Reich fuera definitivamente aplastado por los aliados, y cuando el Ejército Rojo se encontraba ya a en la frontera húngara, los nazis derrocaron el gobierno de Horthy -que había intentado firmar un armisticio con los aliados- e impusieron el del partido nazi húngaro, la Cruz Flechada de Ferenc Szálasi, que tomó el poder en noviembre.

A partir de entonces comenzaron las deportaciones en masa y los asesinatos cometidos por los nyilash húngaros, que llegaron a ejecutar a unos 10.000 judíos hasta febrero, cuando el ejército de la URSS tomó Budapest. En total, se estima que más de 430.000 judíos fueron deportados en esos pocos meses, de los cuales la inmensa mayoría fueron llevados a Auschwitz-Birkenau donde fueron asesinados en las cámaras de gas.

Source: El Mundo (Spain)
http://www.elmundo.es/cultura/2016/03/31/56fd2cd3e2704eab638b45c1.html

Sunday, February 28, 2016

El mito de la conspiración mundial judía

El judío es avaro, usurero, malvado en esencia, culpable de la muerte de Cristo y de un aspecto físico repulsivo, o al menos así lo describen los prejuicios que perduran hasta prácticamente nuestros días. Este pensamiento dañino nace poco después del propio cristianismo, sectas múltiples del judaísmo que acaban condenando sus orígenes por no entender que los demás judíos no reconocieran al Mesías en la figura de Jesús de Nazaret. Así, a medida que avanza la Edad Media el judío se convierte en un ser demonizado, un chivo expiatorio para todo tipo de desastres, sea una guerra o un brote de peste. Son bien conocidos los ataques populares a aljamas judías causando auténticas masacres, tanto en los reinos hispánicos como en comunidades árabes, no tratándose de un fenómeno aislado sino presente en gran parte de Europa. La Iglesia católica, lejos de auspiciar la paz interreligiosa, proclama la servidumbre del pueblo judío, y reitera a lo largo de los siglos la obligación de llevar señales distintivas. Algunos pensadores eclesiásticos no dudan en afirmar desde el púlpito, o desde obras de carácter culto, que los judíos ayudarían al Anticristo a su llegada, condenando así la humanidad.

Este odio tradicional es de carácter religioso, y al menos en la teoría desaparece con la conversión del individuo al cristianismo. Sin embargo, el antijudaísmo irá sufriendo notorios cambios con el nacimiento de la Ilustración y el ocaso del Antiguo Régimen. 1789 se configura, como en tantos otros aspectos, en un momento clave, puesto que se reconoce la libertad religiosa y con ello, la igualdad del pueblo judío. Mas, en la Francia revolucionaria existen numerosas voces conservadoras, especialmente de carácter eclesiástico, que repudian y temen los cambios asociados a la Revolución, y ya en fecha tan temprana como 1797 surge la primera noticia de una supuesta conspiración. Gracias al jesuita francés Augustín Barruel se difunde la idea de un gran complot, un tanto bizarro, conformado por templarios, masones, illuminati, ilustrados y poco después, también judíos, que habían promovido la Revolución Francesa.

La figura del judío se estaba convirtiendo nuevamente en culpable máximo de lo que para muchos era un desastre, la modernidad en sí misma. Símbolo de la aceptación, los judíos adquirieron los mismos derechos y deberes que cualquier francés, con la posibilidad de integrarse en la administración del Estado y participar de forma plena en la actividad económica. Esta tendencia se expande junto al ejército napoleónico y, de forma análoga, algunos conversadores difunden textos semejantes a los de Barruel que involucran al pueblo judío en un proyecto maligno para dominar el mundo. Estos escritos llegan con facilidad a Alemania durante todo el siglo XIX, donde tienen cierto éxito, pero son especialmente destacados en Rusia, cuyo antisemitismo estaba muy arraigado y sin encontrar censura por parte del Estado.

Sin ignorar la influencia recibida, en una Rusia que antes de la Revolución bolchevique contaba fácilmente con más de cinco millones de judíos en su seno, se crean nuevos textos incendiarios que fomentan el mito de la conspiración mundial judía. Claros ejemplos son la obra de Brafman, llamada El libro de la Kahal, en el cual mantiene la existencia de una organización secreta judía; o los escritos panfletarios de Hippolyte Lutostanski, quien afirma que los judíos practicaban asesinatos rituales. Resulta fácil observar cómo se combinan viejos prejuicios propios del cristianismo con un temor al judío como figura moderna, mezcla que es absorbida con avidez por la población rusa que vivía una situación socio-económica dramática a finales de siglo.

Edición francesa de los
Protocolos de los sabios de Sion.
Fuente.
Es durante esa última década del XIX cuando nace una obra tan influyente y letal como irracional: los Protocolos de los Sabios de Sión. Se trata de un escrito cuyo origen resulta confuso, si bien Norman Cohn lo sitúa en Francia entre los años 1897-1898, aunque la primera publicación conocida se da en San Petersburgo en el año 1903. Más que de un texto original, se trata de una falsificación de un libro satírico de Maurice Joly datado en 1864, Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu. Parte del contenido original, una crítica al régimen de Napoleón III, había sido sustituido por el plan de aquel grupo de sabios judíos, siniestros y malvados, para dominar el mundo a través del oro y el liberalismo, así como una descripción de aquel reino nuevo cuyo fin último es esclavizar y convertir a la humanidad a la religión judaica. Una vez más, el judío es usurero y símbolo de la modernidad, sin ignorar que la masonería tendría un gran lugar en su confabulación.

Aunque el documento en sí era cuestionable y descabellado, se difundió de forma acelerada por Rusia y centroeuropa. Especialmente en el Imperio Ruso parecían existir numerosos grupos conservadores que fomentaban la publicación y expansión del panfleto. Tanto es así que la falsificación pudo haberse producido por miembros de la Ojrana, el cuerpo de policía secreto de la Rusia zarista. Esta divulgación llevó a la exacerbación del antisemitismo, suficiente para producir numerosos pogromos, estallidos de violencia popular contra la minoría judía, que causaba gran número de víctimas mortales. Era tal el grado de arraigo del odio, o quizás de la normalización del rechazo, que existían personajes que provocaban pogromos de forma cuasi profesional, los llamados pogromshchiki, que propagaban, entre otros muchos prejuicios, los rumores de rituales de sangre.

Es durante la propia Revolución rusa cuando los Protocolos llegan a la mayor parte de la población, circulando entre los soldados y calando hondo entre los del Ejército Blanco. Se produce en este contexto una dicotomía sumamente dura para los judíos rusos, ya que los partidarios de Ejército Blanco asumen una responsabilidad de la comunidad judía en el asesinato de la familia imperial, mientras que el Ejército Rojo, lejos de sentir simpatía por los judíos aunque sin una política abiertamente antisemita, participa en matanzas de la población judía. Más allá de las miles de muertes violentas que se producen en la Guerra Civil Rusa, nace ahora un nuevo y poderoso prejuicio que pronto llegaría al resto de Europa: la conspiración judeo-comunista.

Una vez finalizado el conflicto ruso, muchos de los blancos se ven obligados a huir. Entre los destinos predilectos de aquéllos hombres se encontraba Alemania, donde los rusos procuraron a toda costa difundir la conspiración judía, asociada al elemento soviético, para que las demás potencias europeas ayudaran a restablecer el orden. Fueron ex-miembros del Ejército Blanco los primeros en fomentar la publicación de los Protocolos en Alemania, alcanzando un éxito considerable. No obstante, aquel fenómeno se vería desbordado al finalizar la Primera Guerra Mundial y quedar Alemania humillada. ¿Cómo era posible que se hubiera perdido la guerra? ¿Quién era el culpable? Los judíos debían serlo, sin duda, o al menos así lo presentan numerosos libros que se editan en los primeros años tras el conflicto.

A esto le podemos añadir una corriente conservadora y nacionalista que comenzaba a triunfar en Alemania, conocida como völkisch, que reivindicaba la superioridad racial del pueblo alemán. Encontraba su apoyo en una población que anhelaba el reconocimiento tras la dura derrota, y no solamente entre las clases populares, sino que tuvo amplia difusión en la universidad y su élite intelectual. En este punto, el antijudaísmo religioso había derivado en un antisemitismo racial claro, influido en parte por el darwinismo social.

“El judío. Incitador de la guerra.
Prolongador de la guerra”. Fuente.
La conspiración mundial judía, aquel culmen perfecto de prejuicios, de rechazo religioso, de sentimientos raciales y conservadurismo político, viaja a cada extremo de Europa a través de los Protocolos de los Sabios de Sión. Según el país de publicación se suprimen unas partes o se añaden otras, adaptando el odio. En Gran Bretaña se suprimen las críticas británicas, de forma obvia; en Estados Unidos las críticas a la masonería se rellenan con una aversión al bolchevismo, pero es en la Alemania previa al ascenso de Hitler, y bajo el mandato del nazismo, donde esta idea alcanza su plenitud.

El judío es ya el máximo enemigo de Alemania, ensucia y pervierte la raza aria, y desde el Partido Nacionalsocialista se otorga credibilidad a la conspiración judía como a los Protocolos. El discurso es claro, el judío internacional ha manipulado las potencias europeas, posee el poder, ha traicionado a Alemania. Este proceso de propaganda resulta de vital importancia si tenemos en cuenta que ejerce un efecto distanciador, a nivel emocional, entre la población alemana y sus compatriotas judíos. En el momento en que comiencen las leyes restrictivas como Núremberg, por no hablar ya de las deportaciones masivas, existirá un silencio que en cierta parte se debe a décadas de publicaciones antisemitas que deshumanizan al judío.

Resultaría simplista explicar el Holocausto a través del mito de la conspiración mundial judía, puesto que se trata de uno de los fenómenos más complejos de la Historia, pero podemos afirmar que la difusión de esta creencia fomentó el pensamiento antisemita en gran parte de los sectores conservadores de Europa. Ha sido y es herramienta de manipulación y control de masas, pues a raíz de los enfrentamientos continuos en Oriente, especialmente el conflicto palestino-israelí, los Protocolos de los Sabios de Sión siguen tan vivos como en el siglo XIX, y con ello el odio y prejuicio generalizado hacia la comunidad judía, mucho más allá de las fronteras de Israel.

Bibliografía

-BEN-ITTO, Hadassa, ”The Lie That Wouldn’t Die: The Protocols of the Elders of Zion, Londres”, Portland, Oregon, 2005

-BRONNER, Stephen Eric, “A Rumor About the Jews: Reflections on Antisemitism and the Protocols of the Learned Elders of Zion”, Oxford, Oxford University Press, 2003.

-JOHN, Norman, “El mito de la conspiración judía mundial. Los protocolos de los Sabios de Sión”, Alianza Editorial, Madrid, 1983.

-MASON, Philip, “Warrant of Genocide: The Myth of the Jewish World-Conspiracy and the Protocols of the Elders of Zion. by Norman Cohn” En Man, New Series, Vol. 2, Septiembre 1967.

-TOTTEN, Samuel; JACOBS, S.L. (eds.), “Pioneers of the Genocide Studies. New Brunswick”, New Jersey, 2002.

Redactor: Sandra Suárez García
Graduada en Historia por la Universidad de Santiago de Compostela. Máster en Docencia y Máster de Historia (EURAME) por la Universidad de Granada. Interés en historia medieval, la historia de las minorías y especialmente en estudios sobre la comunidad judía.

Source: Témpora Magazine de Historia (España)
http://www.temporamagazine.com/el-mito-de-la-conspiracion-mundial-judia/

Sunday, September 6, 2015

Más nazi que Hitler. Rosenberg Diarios 1934-1944

El dietario de uno de los planificadores del Holocauto se publica ahora a nivel mundial tras permanecer desparecido desde los Juicios de Núremberg

Foto: Goering, Von Ribbentrop, Keitel y Rosenberg (primero por la derecha) en los Juicios de Nuremberg
Carlos Prieto

Imagine que le nombran a usted Director de Recursos Humanos de una empresa llamada Internacional Nacionalsocialista y le encargan elegir al nuevo Consejero Delegado. ¿El objetivo? Buscar al hombre que no solo guíe a la empresa hasta el liderazgo del sector de la Conquista, Destrucción y Barbarie a Gran Escala sino que, sobre todo, muestre mayor entusiasmo y convencimiento en la cruzada. De entre todos los candidatos, seleccionará usted a dos: un tal Adolf Hitler y un tal Alfred Rosenberg. ¿Con cual de los dos se quedaría? Con Hitler... ¿O quizá no?

En efecto, si se trata de elegir al mayor nazi de todos los tiempos, la elección correcta no es fácil si nos atenemos a los orígenes del movimiento. El mismísimo Führer llamaba a Alfred Rosenberg “Padre de la iglesia del nacionalsocialista”. De su condición de ideólogo de cabecera del nazismo da fe lo temprano de su ardor antisemita: Quedaban cinco años para que Hitler escribiera Mi lucha (1925) cuando Rosenberg publicó su primer libro: La huella del judío a lo largo de la historia; texto que, como se pueden ustedes imaginar, no era un dechado de empatía hacia el judaísmo (sus primeros escritos atestiguaban un “antisemitismo francamente monomacíaco”, según su primer biógrafo). Algunos historiadores sostienen que el libro de Rosenberg "inspiró, al menos parcialmente, muchos pasajes antisemitas de Mi lucha".
El Führer le llamaba 'Padre de la iglesia del nacionalsocialista'
Rosenberg, que ocuparía cargos como la dirección de Exteriores del partido nazi o el ministerio del Reich para los Territorios Ocupados del Este, fue juzgado en Núremberg, condenado a muerte y ejecutado en la horca en octubre de 1946.

Crítica lanza ahora por primera vez sus Diarios 1934-1944, que desaparecieron misteriosamente durante los Juicios de Núremberg, y reaparecieron en EEUU en 2013 tras una investigación del Museo del Holocausto y el Gobierno estadounidense. Todos los dedos apuntan hacia Robert Kempner, uno de los fiscales de Núremberg, acusado de sacar los papeles de Alemania para traficar con el material.

Páginas truculentas

Hitler no envío a Rosenberg al Este durante la guerra por casualidad: "Le veía como un competente correligionario al que ningún otro miembro de la cúpula nacionalsocialista podía igualarse" en su fervor antibolchevique, cuentan Jürgen Matthäus y Frank Bajohr, editores del libro. El 2 de abril de 1941, Hitler nombra a Rosenberg hombre fuerte en los territorios ocupados del Este europeo. Así lo plasmó en su diario: “No creo que sea necesario que me detenga a explicar lo que siento. Estos veinte años de trabajo antibolchevique van a tener repercusiones políticas, más aún, repercusión en la historia de la humanidad…”.

En calidad de ministro para los Territorios Ocupados del Este, "Rosenberg se ocupó de orquestar ideológica y filosóficamente el Holocausto", hecho evidenciado en "varias iniciativas suyas relacionadas con la división del trabajo para la matanza organizada y sistemática”, analizan Matthäus y Bajohr.

Rosenberg, ¡cómo no!, intentaría maquillar su trayectoria a posteriori. Su "leyenda del pensador apartado de la realidad, bienintencionado, y desplazado por otros jerarcas del Partido Nazi más radicales que él", chocó contra el muro del Tribunal de Núremberg... y contra el de la realidad: Rosenberg había hablado y escrito hasta la saciedad sobre su odio a los judíos.
'La cuestión judía en Europa y Alemania solo estará resuelta cuando no haya ni un judío más en el continente europeo'
"En un discurso sin fecha, que probablemente se pronunció tras la batalla de Stalingrado, Rosenberg volvió a expresarse con claridad acerca de la situación de la 'solución final': había que 'eliminar esa suciedad, pues lo que hoy sucede con la eliminación de los judíos de todos los estados del continente europeo es también un hecho humano, concretamente un hecho humano duro, biológico'. Aunque hubiese cambiado algo desde la formulación de los ideales nacionalsocialistas, Rosenberg seguía sintiendo la 'antigua ira', y el objetivo no podía 'ser otro que el de antes: la cuestión judía en Europa y Alemania solo estará resuelta cuando no haya ni un judío más en el continente europeo'", escriben los editores del libro.

No obstante, Rosenberg se cuidó mucho de explicitar en los diarios su participación directa en las matanzas. Como se explica en la introducción, "la propensión a guardar intencionadamente silencio en las propias notas sobre incidentes que resultan desagradables o perjudiciales es una tendencia compartida" tanto por Rosenberg como por Joseph Goebbels, únicos líderes nacionalsocialistas en recoger sus reflexiones en diarios.

Por tanto, las mayores truculencias del dietario se encuentran en detalles costumbristas como el siguiente, sacado de la entrada del 27 de enero de 1940:

"Hoy al mediodía el Führer estaba nuevamente de buen humor… Hess le trasladó el relato de un capitán alemán que después de muchos años había estado de nuevo en Odessa. Le explicó que, al contrario que antes, no había encontrado ni un judío entre las autoridades. Esto dio pie al comentario tan frecuente en estos días de si realmente se está preparando en Rusia un cambio en este sentido. Yo dije que si de verdad comenzaba esa tendencia desembocaría en un terrible pogromo contra los judíos. El Führer dijo: entonces quizá le pida a él la asustada Europa que vele por la humanidad del Este… Todos se echaron a reír"... Hitler aprovechó las risas de sus subordinados para soltar el chiste final: "Y que Rosenberg sea el secretario de un congreso presidido por mí sobre el trato humano a los judíos...”. Más risotadas...

O la mezcla definitiva entre antisemitismo, nazismo y cuñadismo en la oficina nacionalsocialista…

Source: El Confidencial (España)
http://www.elconfidencial.com/cultura/2015-09-06/mas-nazi-que-hitler_999635/

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