Daniel Canales Ciudad: Licenciado en Historia por la Universidad de Zaragoza y máster en Historia Contemporánea. Su línea de investigación es el estudio de la dictadura franquista en perspectiva comparada.
El ascenso de la extrema derecha en las últimas elecciones europeas es un hecho, y es para preocuparse que partidos como Amanecer Dorado en Grecia o el Jobbik en Hungría se hayan convertido en fuerzas políticas con representación parlamentaria en Europa y sus países. No resulta extraño, respecto al fascismo, que el presente y el futuro pesen más que el pasado, más en países en los que la crisis, la corrupción y los abusos de poder se han traducido en una progresiva desafección respecto de la política tradicional. Sin ser lo mismo, aunque integrándolo dentro del mismo espectro político, el Frente Nacional se ha aprovechado de esa desafección en Francia, un país en el que además del vertiginoso ascenso del partido de Marine Le Pen, habría que destacar el alto nivel de abstención que ha alcanzado cerca del 60% del electorado y que, con todo, ha beneficiado sobremanera al propio FN.
Como ya comentamos en un artículo anterior, intentaremos llevar este análisis hasta nuestros días, pero a nuestra manera, a través de un previo i minucioso examen del pasado más inmediato de Francia que nos permita ver las claves históricas para entender el presente, desarrollando en este caso, algo importantísimo que se cito de pasada en el otro artículo como es el “mito de la alergia” al fascismo en Francia combinado con el mito de la Resistencia. Así pues, en este artículo nos centraremos en la extrema derecha francesa en el período de entreguerras, y sobre todo en el debate historiográfico alrededor de este fenómeno, en la medida en que el Frente Nacional viene a heredar y a actualizar discursos y prácticas[1] que en los años treinta tuvieron una importante incidencia en la vida política y social de la III República. De hecho, fue el movimiento de la extrema derecha de la Croix de Feu, reconvertido en 1936 en el Parti Social Français (PSF) tras la prohibición de las ligas paramilitares por el gobierno de Leon Blum, el partido con mayor número de militantes, cerca de un millón en 1939, y que contaba con una amplia red de organizaciones y publicaciones donde el nacionalismo, la idea de regeneración y los ataques al parlamentarismo y el comunismo ofrecían un espacio de renovación política frente a los caducos partidos tradicionales de la III República.
De hecho, este partido ha pasado a ocupar el centro de un debate historiográfico de una larga trayectoria acerca de si hubo o no fascismo en Francia, en tanto que movimiento político con capacidad de plantear un proyecto autoritario y alternativo frente a la III República como sí hubo en Italia, Alemania y España, donde el fascismo, tal como lo entiende Ferran Gallego, fue capaz de movilizar un electorado mayoritario de clase media especialmente rural, y de modernizar y cohesionar en torno a sí a gran parte de la derecha radical y nacionalista en torno a un proyecto político encaminado a la construcción de un orden que superase los conflictos de la modernidad democrática y liberal[2]. Y es que catalogar a la CF/PSF dentro de los fascismos europeos de la época es especialmente relevante por eso mismo. Por ello nos ha sido inevitable acercarnos y presentar un debate historiográfico que también afecta, como no, al fantasma de Vichy, asunto en el que los trabajos de Robert Paxton tuvieron un papel clave en la recuperación de un pasado complicado de digerir por parte de la historiografía oficial francesa.
Ahora bien, respecto al fascismo, aquélla sigue manteniendo, salvo algunas excepciones, la que se ha venido a conocer como “tesis de la inmunidad”[3], la cual se convirtió en todo un dogma historiográfico desde la aparición del libro de René Rémond, La droite en France de 1815 à nos jours, en 1954[4]. A este respecto, acercarnos a este debate nos puede aportar una cierta perspectiva a la hora de plantearnos el mismo problema aquí en España. Y es que durante años, aquí como en Francia, gran parte de la comunidad historiográfica, amparándose en definiciones estrictamente genéricas del fascismo, y tal como plantea Julián Casanova, ha inventado «múltiples marbetes, términos y conceptos peculiarísimos, en un intento, que ha cosechado notables éxitos, de absolver el franquismo – y al orden social y político que consolidó – del estigma fascista»[5]. En Francia ese estigma se eliminó por una suerte de cultura política nacional que se presentaba inseparable de los valores republicanos, lo cual no deja de ser una venda con la que taparse los ojos frente a una realidad reacia a esencialismos de ese tipo, los cuales dificultan la lectura no sólo del pasado, sino también del presente[6].
Externalizar el fascismo, reducirlo a su más mínima expresión o hasta negarlo fue algo muy común en el contexto europeo de la segunda posguerra. Mientras en España Franco consolidaba el nacional catolicismo como ideología del régimen, sin perder un ápice de su retórica excluyente y capacidad represiva, los historiadores franceses e italianos construían nuevos referentes a partir de los que ofrecer una narración apropiada para la construcción de unas identidades nacionales renovadas y apropiadas al nuevo contexto. Tras los iniciales juicios y purgas, Francia e Italia debían mirar hacia delante, en la dirección de su reconstrucción y su desarrollo económico y social, y olvidar las divisiones y conflictos de su pasado más inmediato. En Italia Benedetto Croce hablaba del período fascista como una especie de enfermedad. Al igual que en Francia, donde el fascismo sería literalmente extirpado de su historia nacional y el período de Vichy quedaría en un paréntesis febril entre la III y la IV República, un producto de la derrota y la ocupación alemana. En este sentido, toda una sociedad debía ocultar el trauma de la derrota, del colaboracionismo y de Vichy.
Los tribunales oficiales franceses se encargarían de castigar a los colaboradores por delitos de traición a la patria, aunque se alejaría intencionadamente el fantasma de la responsabilidad de los ciudadanos franceses en la guerra[7]. De esta manera, no se castigó a ningún francés por crímenes contra la humanidad, siendo éstos imputados exclusivamente a los alemanes[8]. Por su parte, en el espacio público se extendería la memoria de la Resistencia como sujeto nacional y en la que prácticamente todos franceses tenían cabida. La lucha partisana contra el invasor venía a desdeñar el colaboracionismo y Vichy, y pasaba a convertirse en el nuevo espacio de referencia y representatividad de la nación. Esa misma voluntad es la que vemos claramente en la historiografía, que junto a tribunales y políticas memoriales del Estado, se configuraron como los principales arquitectos de las lecturas nacionales del pasado. Las palabras de François Bédarida y Jean Pierre Azema al respecto son muy ilustrativas: «dans le couple Vichy/Résistance, la priorité a longtemps joué au profit de l’historiographie de la Résistance au détriment de celle de Vichy. Tout concourait en effet a privilégier la première plutôt que la seconde: un objet historique exaltant, une demande sociale forte, une vertu éducative […], une mémoire a la fois glorieuse et dominante»[9].
Si Robert Aron publicaba su Histoire de Vichy en 1954 con la que alejaba el fantasma del colaboracionismo[10], René Rémond, en ese mismo año, haría lo suyo respecto al fascismo advirtiendo que aquél había sido una importación desde el exterior realizada por grupos marginales y sin apenas capacidad de movilización. Esta tesis se convertiría en un componente esencial de una excepcionalidad francesa basada en el compromiso permanente de la derecha francesa, a diferencia de sus homólogas italiana o alemana, con los principios democráticos y constitucionales, un compromiso que se renovaba a través del nuevo mito de la Resistencia y que tomó forma inmediatamente después de la Liberación. El argumento principal de Rémond era que el fascismo no tenía espacio político en Francia, puesto que no pertenecía a ninguna de las tres familias de la derecha francesa que él había reconocido: la derecha contrarrevolucionaria, la conservadora y la bonapartista. De este modo, movimientos de masas como el Parti Social Français y el propio régimen de Vichy sólo podrían explicarse a partir de una de estas tres tradiciones, nunca podríamos hablar de fascismo. Sternhell explica cómo este libro se convirtió en una especie de biblia para varias generaciones de estudiantes e historiadores que asimilaban una idea cómoda y autocomplaciente de su pasado nacional más inmediato[11].
Y es que es bastante significativo que quienes atacasen dichas tesis fuesen historiadores de fuera[12], en la misma medida que fue Robert Paxton, un historiador norteamericano, quien atacó las tesis de Robert Aron afirmando que tanto Pétain como Laval fueron colaboradores activos con los alemanes y que las medidas adoptadas durante el período de Vichy, entre ellas la deportación de miles de judíos a los campos de exterminio[13], fueron responsabilidad de las autoridades francesas. En cuanto a la tesis de la inmunidad, fue Ernst Nolte, en su ya clásica trilogía sobre el fascismo europeo, quien situó en Action Française el precursor de la ideología fascista[14]. Pero fue el historiador israelí Zeev Sternhell quien irrumpió con más fuerza en el debate, pues no sólo rechazaba esa supuesta inmunidad francesa al fascismo, sino que también situaba sus orígenes culturales e ideológicos en la convergencia entre el nacionalismo de Maurice Barrès y Charles Maurras y el revisionismo marxista y vitalista de Georges Sorel[15]. Sus obras generaron un intenso debate provocando respuestas por parte de historiadores como Serge Berstein o Michel Winock, discípulos de Rémond y que venían a actualizar las tesis de la inmunidad frente a las ideas de Sternhell.
Por otro lado, el debate tomaba un cariz más académico en la medida en que muchos comentarios iban encaminados hacia la crítica de la perspectiva puramente intelectual que tomaba Sternhell para entender el fascismo[16]. Y es que la historia de las ideas adoptada por Sternhell le permitió rastrear una tradición política francesa que iría desde el último tercio del siglo XIX, pasando por el asunto Dreyfus y que desembocaría en Vichy en 1940, lo que permitía además señalar el carácter puramente francés del régimen[17]. Esa historia estrictamente intelectual sería muy criticada por historiadores franceses como Winock o Julliard para quienes, Sternhell ignoraba la dimensión social y política de la realidad en sus investigaciones. Por su parte, Serge Berstein le achacaba una definición demasiado ambigua del fascismo, lo que le permitía introducir cualquier experiencia que se amoldase a unos marcos bastante flexibles[18]. Pierre Milza coincide con esta crítica cuando dice que Sternhell utiliza la noción de fascismo para «todas expresiones de hostilidad a la democracia parlamentaria burguesa»[19].
Siendo bastante acertadas todas esas críticas respecto al método empleado por Sternhell, el caso es que tanto Winock, Julliard, Berstein o Milza, todos ellos franceses, mantienen la idea de la excepcionalidad francesa y de un cierto esencialismo nacional, retomando los argumentos dados por Rémond, quien reeditaría en 1982 su obra[20] y en el que se permitiría actualizar por sí mismo sus argumentos y atender a los puntos centrales sobre los que giraba el debate. De esta manera, admitiría la atracción que ejerció el fascismo sobre algunos intelectuales como Brasillach o Drieu la Rochelle y la existencia de grupos fascistas en Francia como el Faisceau de George Valois, Solidarité Française de Réné Coty, el Parti Popular Français de Doriot o el Francisme de Marcel Bucard, pero que nunca llegaron a ser verdaderos movimientos de masas como el italiano o el alemán. En cuanto a la Croix de Feu / Parti Social Français, una de las claves del debate, lo encajaría dentro de la derecha bonapartista y reduciría su estética y capacidad movilizadora a un especie de «scoutisme politique pour grandes personnes»[21]. En esta línea se mantendría Jacques Nobécourt[22], quien hizo un exhaustivo estudio con fuente primaria, accediendo por primera vez a los archivos personales del líder de la Croix de Feu iCoronel De la Rocque del Parti Social Français, François de La Rocque, echando por tierra los argumentos de quienes como Robert Soucy[23], William Irvine[24] o Kevin Passmore[25] desde el exterior habían catalogado a la organización de fascista.
A día de hoy el debate en torno a CF/PSF y el fascismo francés aún está abierto y siguen apareciendo publicaciones[26] que intentan salir adelante en el análisis del fenómeno dejando en un segundo plano si fue fascista o no, contextualizando la III República en el panorama europeo de la época. Así, se avanza ahora ya no analizando el discurso y la ideología de la organización liderada por De La Roque, sino sus estrategias y posibilidades de conquistar el poder, advirtiendo, además, que las categorías políticas utilizadas para definir a la derecha francesa por Rémond y sus acólitos no dejan de ser excesivamente herméticas y estáticas[27]. En este sentido, más que al fascismo en sí, deberíamos estudiar el proceso de fascistización que vive la derecha europea y su electorado a lo largo de los años treinta. Ésta fue provocada por una crisis económica y política que rebosó, para muchos, los límites del parlamentarismo y la democracia como sistema para la resolución de los conflictos de unas sociedades en transformación. De esta manera, y atendiendo al contexto político, social e intelectual de la II República, Ferran Gallego ha analizado el proceso de fascistización de la derecha española señalando la permeabilidad de ésta respecto a la nueva cultura política que ofrecía la posibilidad de una unión nacional en torno a un proyecto de modernización y regeneración nacional.
Tanto Alemania, como Italia, España o Francia compartieron esas mismas dinámicas en diferentes escenarios y con sus respectivas particularidades. Éstas son las que hicieron que en Francia no triunfase una solución autoritaria a los problemas que vivía la III República, durante la cual ni la violencia política, ni la crítica al parlamentarismo, ni los discursos de redención nacional estuvieron ausentes[28]. De ahí que un análisis comparado entre las diversas experiencias ofrezca una interpretación que se aleje de esencialismos y excepcionalismos que, como dice Ferran Gallego respecto a España, permiten interpretar su pasado «como el de una nación cuyos problemas y propuestas de solución siempre eran ajenos a los conflictos y procedimientos que se habían experimentado en el continente»[29].
[1] Arnaud ESQUERRE et Luc BOLSTANSKI: “Fron national: de quel peuple parle-t-on?”, Libération, 29 de mayo de 2014
[2] Ferran GALLEGO: El evangelio fascista. La formación de la cultura política del franquismo (1930-1950), Barcelona, Crítica, 2014
[3] Para ver la historia de dicho debate Marc ANGENOT: “L’immunité de la France envers le fascisme: un demi-siècle de polémiques historiennes” en Discours Social, vol. XXXI, 2009. Disponible en red: http://marcangenot.com/wp-content/uploads/2011/12/immunit%C3%A9-fran%C3%A7aise-au-fascisme-complet-format-DS.pdf
Ver también, Michel DOBRY (dir.), Le mythe de l’allergie française au fascisme, Albin Michel, París, 2003
[4] René RÉMOND: La droite en France de 1815 à nos jours. Continuité et diversité d’une tradition politique, Paris, Aubier, 1954
[5] Julián CASANOVA, “La sombra del franquismo: ignorar la historia y huir del pasado”, en Julián CASANOVA, El pasado oculto: fascismo y violencia en Aragón (1936-1939), Madrid, Siglo XXI, 1992 p. 13
[6] Ya en 2003, ante el éxito cosechado por Le Pen en 2002 cuando llegó a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, numerosos sociólogos y politólogos coordinados bajo la dirección de Daniel Bensaid alertaron de los peligros y trazaron varios análisis sobre la extrema derecha del siglo XXI. “Noveaux mostres et vieux démons: déconstruire l’extrême droite”, Contretemps, nº8, 2003. Disponible en red: http://www.contretemps.eu/sites/default/files/Contretemps%2008.pdf
El interés académico por el Frente Nacional no ha dejado de aumentar, tal como lo demuestran los recientes congresos y publicaciones aparecidos en Francia a raíz del ascenso del partido bajo el liderazgo de Jean Mary Le Pen. Ver: Charlotte ROTMAN: “Le Front national, «objet scientifique», Libération, 20 de junio de 2013
[7] Entre 1944 y 1951 se llegaron a sentenciar 6763 personas a muerte, de las que se ejecutaron 791. Las purgas afectaron a cerca de 350.000 personas, aunque la mayoría «de sus vidas y carreras no se vieron dramáticamente afectadas». Tony JUDT, Postguerra: una historia de Europa desde 1945, Madrid, Taurus, 2006, p. 83
[8] Para ver las implicaciones de la culpabilidad exclusiva de Alemania, Íbidem, p. 91
[9] Traducción nuestra: “en el binomio Vichy/Resistencia, la prioridad ha jugado durante mucho tiempo a favor de la historiografía de la Resistencia en detrimento de la de Vichy. Todo ha contribuido, en efecto, a privilegiar la primera por encima de la segunda: un objeto histórico exaltado, una demanda social fuerte, unas virtudes educativas [...], una memoria a la vez gloriosa y dominante” en Jean Pierre AZEMA et François BEDARIDA: “L’historisation de la Résistence” en Esprit, enero 1994, p.21. Disponible en red: http://www.esprit.presse.fr/archive/review/article.php?code=10982
[10] Éste diferenció entre la Francia de Pétain y la Francia de Laval, siendo la primera una solución para el mantenimiento de la soberanía nacional y una especie de escudo frente a la invasión alemana, mientras que la segunda representaba el colaboracionismo que se restringía a personalidades muy concretas y aliados de los alemanes. Robert ARON y Georgette ELGEY: Histoire de Vichy, 1940-1944, Paris, Artheme Fayard, 1954.
[11] Íbidem, p.32
[12] Esto lo podemos ver a la perfección en el libro France in the era of Fascism, en el que se ataca y se pone en tela de juicio la supuesta tesis de la inmunidad francesa al fascismo. Como señala su coordinador, Brian Jenkis, todos los historiadores que han aportado investigaciones para el libro son todos no franceses, a excepción de Michel Dobry.
[13] La cinta Le Chagrin et la Pietié, del documentalista Marcel Ophuls provocó también una gran conmoción, estrenándose en los cines franceses en 1971 dos años antes de que se publicase en Francia el libro de Paxton.
[14] Ernst NOLTE: Der Faschismus in seiner Epoche. Action francaise – Italienischer Faschismus – Nationalsozialismus, Münich, R. Piper, 1963. Traducido al francés siete años después, Ernst NOLTE: Le fascisme dans son époque, Paris, Julliard, 1970.
[15] Zeev STERNHELL: La droite révolutionnaire. 1885-1914 : Les origines francaises du fascisme, Paris, Seuil, 1978. También Zeev STERNHELL, Ni droite ni gauche. L’idèologie fasciste en France, París, Fayard, 2000 [1983]
[16] Un análisis del debate suscitado por las teorías de Sternhell en Antonio COSTA PINTO, “Fascist ideology revisited: Zeev Sternhell and his critics” en European History Quartely, núm. 16 (1986), pp. 465-483
[17] Zeev STERNHELL, “Morphology of Fascism in France”, en Brian JENKINS (ed.) (2005), pp. 22-64
[18] Antonio COSTA PINTO (1986)., p. 474
[19] Pierre MILZA, “Fascisme français” en J-F. SIRINELLI (ed.) (1995), p. 357. Aparece en Brian JENKINS (ed.) (2005), p. 200
[20] René RÉMOND: Les droites en France, Paris Aubier Montaigne, 1982
[21] Íbidem, p. 214
[22] Jacques NOBÉCOURT: Le Colonel de la Rocque ou les pièges du nationalisme crètien, París, Fayard, 1996
[23] Robert SOUCY: French Fascism: the Second Wave 1933-39, New Haven, Yale University Press, 1995, obra que no se traduciría al francés hasta nueve años más tarde, en 2004, lo cual muestra el poco interés que había entre los historiadores franceses por la historia que se generaba desde fuera y que ponía en tela de juicio, como ya lo había hecho Sternhell, la tesis de la inmunidad.
[24] William D. IRVINE, “Fascism in France and the strange case of Croix de Feu”, en The Journal of Modern History, Vol. 63, Núm. 2 (1991), pp.271-295
[25] Kevin PASSMORE: From Liberalism to Fascism: The Right in a French Province, 1928-1939, Cambridge, Cambridge University Press, 1997.
[26] Sean KENNEDY: Reconciling France against Democracy: the Croix de feu and the Parti social français. Montreal, McGill-Queen’s, 2007.
[27] Brian JENKINS: “The Right-Wing Leagues and Electoral Politics in Interwar France”, History Compass, nº 5/4 (2007), pp. 1359-1381
[28] Una propuesta para el estudio de la violencia política en la Francia del período de entreguerras en Chris MILLINGTON: “Political Violence in Interwar France”, en History Compass, nº 10/3 (2012), pp. 246-259
[29] Ferran GALLEGO: El evangelio fascista… p.17
Source: El Mito de Sisif (blog from Catalunya)
http://elmitedesisif.cat/es/fascismo/el-mito-de-la-alergia-francesa-al-fascismo-un-debate-historiografico/
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